viernes, 3 de febrero de 2017

AUNQUE CAMINEN POR EL VALLE DE LA MUERTE

Cuando hemos vivido un hecho histórico, parece que este nunca pasa a la historia. Nunca se incorpora a los libros conectándose con otros hechos anteriores. Permanece aislado en el recuerdo, sin antecedentes, sin un relato que lo explique con coherencia, y cuando cerramos los ojos está ahí, la imagen aislada, petrificada, las torres cayendo, el humo, la incredulidad, los ojos muy abiertos. Y luego aquella aberración del miedo al otro, el "eje del mal", el No a la guerra, millones en la calle gritando un mensaje que tenía que ser muy básico para poner de acuerdo a tanta gente. Y a pesar de todo, la invasión, la violencia, la muerte. Todo muy nítido en la retina y muy confuso en el relato. 
La cronología de los inicios, sin embargo, es muy clara: 

11 de septiembre de 2001, atentado en la Torres Gemelas.
Enero de 2002, George Bush se inventa el «Eje del Mal». 
15 de marzo de 2003, reunión de Bush, Blair y Aznar en las Azores. 
Se inventan pruebas que demuestran que Sadam Husein tiene armas de destrucción masiva. 
20 de marzo, primer bombardeo de Bagdad.
11 de julio, despliegue de las tropas españolas. Misión: pacificar y reconstruir Irak. 
11 de marzo de 2004, atentado en las estaciones de Madrid. 
4 de abril, batalla de Najaf.
21 de mayo, termina el repliegue de las tropas españolas en Irak. 

Najaf. Una ciudad santa en el desierto, a orillas del Éufrates, lugar de peregrinación chií. Un hervidero de fieles al clérigo Muqtada al-Sadr, milicianos del inexperto Ejército de Mahdi, que amenaza la seguridad de la Base Al-Andalus en la ciudad, donde se acuartelan soldados españoles, salvadoreños, estadounidenses y mercenarios de Blackwater. Nada grave ocurre, si quitamos los hostigamientos habituales de los iraquíes que no ven con buenos ojos que un conglomerado de soldados extranjeros ocupen un campus universitario y les apunten con sus fusiles cuando pasan por delante. Vienen a reconstruir su país, dicen. Pero el recelo en todos esos extranjeros expresa más miedo y desprecio que voluntad de ayudar. 

El 2 de abril de 2004, soldados estadounidenses detienen en Najaf a Mustafa Al-Yaqubi, un lugarteniente de Muqtada al-Sadr. Ya sea para hacer reaccionar al ejército español, que a pesar de estar al cargo de la seguridad del destacamento tiene órdenes de su Gobierno de no actuar en ninguna misión arriesgada, o porque la acción está justificada desde un punto de vista estratégico, lo cierto es que la población de la ciudad estalla en un clamor generalizado. El 4 de abril, domingo, el Ejército de Mahdi, compuesto en su mayoría por jóvenes inexpertos, asalta la Base Al-Andalus dando inicio a la batalla de Najaf, en la que, en apenas veinticuatro horas, morirían cientos de combatientes.

Cementerio de Najaf

Poco se sabe de la actuación de los españoles en aquella jornada. Los salvadoreños y los estadounidenses los llamaron cobardes y los despidieron tirando huevos a su autocar cuando un mes después volvieron a España. El ministro en funciones calificó la batalla de simple "tiroteo" y se estableció un pacto de silencio, quizá sellado por vergüenza o por pudor, que este libro pretende romper. Basado en decenas de testimonios de todas las partes, Álvaro Colomer reconstruye, hora a hora, uno de los episodios más controvertidos de la guerra de Irak, a la que el ejército español fue con la misión de reconstruir sin saber que la voluntad de los actores que participaban en el conflicto aún era la de destruir. 

Se ha escrito bastante sobre la intervención bélica occidental en Irak y Afganistán. Desde testimonios de veteranos como Nuevo destino de Phil Klay, ganador del National Book Award en 2014, hasta novelas psicológicas como El cuerpo humano de Paolo Giordano, o policíacas como Donde los escorpiones de Lorenzo Silva. Pero este es uno de los primeros libros que conozco que se atreve a reconstruir, desde la ficción, un episodio real de la guerra de Irak para proponer una versión, la más lógica para el autor, de lo que pudo haber pasado aquel día. Hace falta tiempo y perspectiva para poder llevar a cabo un proyecto literario como este, y creo que el resultado es una novela potente, valiente e intensa que no se limita a describir hechos y se arriesga a retratar el impacto de la guerra en los seres humanos, desde muchas perspectivas distintas. Cuando un hombre mira por el visor de su fusil, respira, considera que su objetivo es un peligro para él y para sus compañeros y decide apretar el gatillo, está emprendiendo un viaje sin retorno. 



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