martes, 31 de enero de 2017

LENNON

Después de cenar, todas las noches: una cama, la luz de un flexo, un walkman y la voz de Lennon. Ese es el recuerdo musical de mi adolescencia. Por el día eran las clases con Mozart, Bach, Chopin. Y por la noche, sin falta, Lennon y McCartney. Todos los demás músicos modernos que escuché con frenesí durante aquellos años han acabado desdibujándose en mi memoria: algunos me siguen gustando, otros me abochornan, otros me dejan ya totalmente indiferente. Pero los Beatles siguen ahí, al lado de Chopin, de Schumann, de Debussy, mirándome de reojo en cada acorde cada vez que me siento al piano a improvisar algo, cada vez que grabo algo y me siento bien, satisfecho, como quien se mira en el espejo y se da el visto bueno con una sonrisa mínima antes de salir a la calle. 

Este cómic de la editorial Kraken, adaptación de la biografía homónima que el propio David Foenkinos publicó en 2012 en la editorial Alfaguara, es un retrato de la debilidad que se esconde detrás del mito. En él, el autor hace que John acuda a una psicoterapeuta, poco antes de morir asesinado, para tratar de encontrar un espacio en blanco en su cabeza, un lugar donde refugiarse y sentirse a salvo. ¿A salvo de qué? Pues a salvo de una infancia solitaria, del abandono esporádico de sus padres, de su amor idealizado por su madre, cristalizado para siempre en su muerte violenta y en aquella maravillosa canción que le escribió (Julia). A salvo de su obsesión por ser un genio, por sobresalir, por imponerse a los demás, por vivir al límite, por las drogas, por la fama, por la imposibilidad de estar solo, por su tendencia a la traición, al egoísmo, a la impasibilidad. A salvo de las hordas de fans, de la vida pública, de la prensa, de la disolución de los Beatles, de los escándalos, de su fracaso. 

A lo largo de dieciocho sesiones, John le cuenta a su silenciosa terapeuta toda su vida, todo eso que se esconde detrás de sus canciones. Y uno se da cuenta de que sus miserias, quitando la fama y los millones, son muy similares a las del resto de los mortales. Se enamora, traiciona, decepciona, es decepcionado, se pierde, tropieza, engaña, hiere, es herido, conquista, destruye una familia, forma otra, intenta hacerlo mejor, se compromete. Coordenadas cotidianas para cualquiera que haya vivido un poco y haya tenido la oportunidad de asistir a la función de las vidas de los demás. 

Sin embargo, por mucho que la historia es una historia más, por mucho que las cuitas del pobre John se asemejan a las de cualquier hombre corriente, Lennon no es un hombre corriente. Lennon es el creador de una música sin igual. Con los Beatles alcanzó algo que probablemente nunca lograré comprender: cómo cuatro chavales sin apenas formación musical pudieron crear esa música. De adolescente me fascinaba; sentía, al igual que le pasaba al John adolescente con Elvis, "como si a mis orejas les hubieran crecido piernas". Y de adulto, cuando pude juzgar la música con criterio después de haber estudiado toda la carrera, empecé a admirarlos como a seres de otro planeta, que podían tener vidas corrientes con traumas corrientes, como nos cuenta Foenkinos en este cómic, pero que, con apenas veinte años, tuvieron la intuición y el talento de crear un estilo propio, experimentar con él, reinventarse con cada nuevo álbum y ser tan escandalosamente brillantes y prolíficos como para crear en ocho años dos centenares de canciones que me siguen pareciendo sencillamente milagrosas.

Este cómic es estupendo. Se nota que Foenkinos quiere a su personaje lo suficiente como para bajarlo del pedestal y tumbarlo en un diván para hurgar delicadamente, con desparpajo y humor y una cálida empatía, en sus íntimas desdichas. El dibujo en blanco y negro es expresivo, sencillo y tan realista que estás ahí, de inmediato, tocando con Paul, sintiendo a Yoko, escuchando cada canción y cada logro como si fueran nuevos.

Y al terminar el libro, después de cenar, no puedo evitar volver a mis trece años: una cama, la luz de un flexo, un ordenador y la voz de Lennon cantando, esta vez, A day in the life.




jueves, 26 de enero de 2017

LA CASA DE LOS ERIZOS

Hace tanto frío que los erizos tienen que marcharse. Ya apenas sienten sus puntiagudas narices y "sus estornudos se congelan antes de explotar". Les da mucha pena abandonar su hogar y a sus vecinos pero la nieve es implacable con sus pequeños cuerpecillos. El señor y la señora erizo con sus nueve hijos recorren bosques y prados buscando un hogar pero en ningún sitio hallan refugio. Ni en la madriguera del topo, oscura y asfixiante, ni en el nido de la cigüeña, inalcanzable para sus diminutas patitas. Hasta que un día tropiezan con una construcción metálica abandonada con una extraña chimenea horizontal. Está un poco destartalada pero con una alfombra por aquí, unas cortinas por allá y un poco de orden general, en un plis plas la transforman en un hogar de verdad. Un hogar donde pasar calientes el invierno.

Al poco, el señor erizo se entera de que hay otras casas como la suya habitadas por humanos y decide ir a buscarlas para ver si son tal y como se las pinta el señor caracol, que dice haber vivido sobre una durante un tiempo. Al encontrarlas se da cuenta de que de sus chimeneas sale más humo del acostumbrado. Tal vez estén preparando un delicioso banquete. Qué envidia de casas rodantes, piensa el erizo. Ojalá su casa se pudiera mover así. Y mientras piensa en los lugares que podría visitar con una casa como aquellas, oye un terrible estruendo y el mundo desaparece. 

Cuando puede volver a abrir los ojos, ve horrorizado cómo de las chimeneas sale fuego en vez de humo y cómo ese fuego provoca chillidos, incendios, caos y destrucción. El señor erizo huye despavorido de esos locos humanos que utilizan sus casas para destruir otras casas, en lugar de para ser felices. Todavía tiembla del susto cuando llega a su nuevo hogar, aquella casa abandonada con su chimenea apagada para siempre, y suspira por fin, tranquilo, al encontrar a la señora erizo leyéndoles un cuento a sus nueve hijos. Cuando estos le preguntan si ha encontrado las casas rodantes de los humanos, el señor erizo les responde: sí, parecen muy listos, pero crean maravillas que luego no saben usar. 




lunes, 23 de enero de 2017

LIBRERÍAS

Escribe Jorge Carrión que las librerías son "embajadas sin bandera, máquinas del tiempo, caravasares o páginas de un documento que ningún Estado puede expedir".

Durante las pasadas fiestas navideñas, como siempre sucede, ha venido mucha gente a nuestra librería que nos ha dejado huella. Con sus elecciones o sus búsquedas, con su forma de regalar libros (que a veces es una forma bonita e inconsciente de desnudarse por dentro), con su forma de discrepar ante una recomendación o de dejarse convencer alborozados y a ciegas por lo último de un autor que no conocen. Gente que a menudo nos descubre tesoros que no conocíamos y que viene a la librería a llevarse algo más que un libro: una idea, un sueño por cumplir, un reto, la promesa de volver para darnos su opinión. Para esa gente está escrito este libro, para los que preguntan y se interesan y saben que las librerías son mucho más que simples supermercados de libros, para los lectores que prefieren profundizar a picotear, para los viajeros que eligen conocer un lugar en vez de bombardearlo de fotos. Para ellos, para los que ven las librerías como lugares donde perderse, como mitos, imanes, monumentos, atractivos turísticos, lugares de peregrinaje semanal o simples hogares cotidianos donde sentirse bien y pasar un rato cálido curioseando y tocando con la punta de los dedos todas las historias desconocidas que quieren que les pertenezcan. Para ellos (para nosotros) Jorge Carrión ha escrito este libro. 

Las librerías, las de verdad, se definen por lo que no tienen y por lo que recomiendan. Son el reflejo de una actitud ante la vida, de un compromiso o de un posicionamiento, y por lo tanto, su presencia y su función en la sociedad son políticas, además de culturales. Por su estética, su fondo y su selección de novedades, son el reflejo de lo que significan los libros para los libreros que la dirigen: contemplación, diversión, pasatiempo, erudición, introspección, compromiso, exaltación, significados todos ellos que deben primar sobre su posibilidad de venta. Cuando una librería veta un libro porque no se vende lo suficiente está dejándose vencer por la dictadura del mercado, anteponiendo su bolsillo a su diversidad. 

Las librerías se definen por lo que no tienen. Por su espíritu de resistencia. Resistencia contra el mercado, contra lo simple, contra los dogmas, contra la ortodoxia, contra las imposiciones, contra las censuras. Las librerías son el escaparate de una conciencia humana que elige ser como es a través de los libros que promueve. Y de los libros que rechaza. Las librerías son uno de los símbolos más claros de la democracia y de la libertad de expresión. Por eso, tener siempre disponibles en las estanterías libros que han sido perseguidos y prohibidos a lo largo de la historia (como El amante de lady Chatterley, Lolita, Ulises, Los versos satánicos o Gomorra) es una simple cuestión de principios: los libros no se prohíben, aquí estamos los libreros para defenderlos. 

Hay gente, como Carrión, que va a una librería y la olfatea antes de entrar, como un gato hace con cualquier mano extendida que se le acerca. Y cuando decide que sí, que se fía del olor y entra, está aceptando que la librería extienda sus dedos y le toque, le acaricie e, incluso, le zarandee. La gente nos toca. Nosotros les tocamos. Cuando una librería extiende sus libros y te toca, sabes que vas a volver y que el libro que te has llevado no es sólo ya ese libro: es la caricia, el bagaje de la experiencia, el caravasar, la máquina del tiempo.

El libro de Carrión es un homenaje fascinante a las librerías. A las que todavía aspiran a ser viajes donde los lectores se pierdan y de los que regresen cambiados. Un homenaje y un revulsivo para seguir compartiendo huellas: las que nos dejan, las que dejamos.



viernes, 20 de enero de 2017

LA CASA Y LA ISLA

Dice Leonardo Padura en la faja que envuelve a este libro: "los ladrillos del azar, ajustados con el cemento de la ironía, levantan esta magnífica e irreverente novela de Ronaldo Menéndez". Y siento que describe muy bien en pocas palabras el contenido de este libro que, en muchas ocasiones, se vuelve taquicárdico.

El debate sobre la realidad política, económica y social en Cuba siempre ha estado muy polarizado. Dentro no había libertad de expresión, por lo tanto todo era percibido como una consecución interrumpida de logros. Sin embargo, los que tuvieron que emigrar y perdieron sus posesiones se establecieron principalmente en Miami y demonizaron todo lo que se hacía en la isla (aunque algunas cosas se hicieran bien como construir una sanidad y una educación gratuita que ningún país americano tenía). Pero la gestión acabó siendo tan nefasta y las libertades tan reprimidas que difícilmente se podría hacer una valoración positiva, al cabo de tantos años de dictadura.

Desde este lado del Atlántico tengo la impresión de que no hemos conocido suficientemente la realidad del pueblo cubano. Sabíamos de su carácter caribeño, entusiasta, ligero, alegre, afectuoso, cálido y oportunista, pero poco más. Ronaldo Menéndez nos introduce en su isla, en sus instituciones, en la vida de su gente tan variopinta, desde el punto de vista de una familia santera que en su seno tiene a cuatro hijos de lo más dispares: un delincuente vocacional, otro que le sigue por complicidad, una jinetera y el gran personaje de este relato, Montalbán, un admirador de la revolución que siente que esta le ha salvado la vida varias veces, llega a ser médico y mientras tanto, participa en un grupo literario poético.

A través de los personajes tan bien perfilados, con tantos matices, una se pregunta: ¿cómo es posible que en una misma familia con los mismos genes y el mismo entorno social se desarrollen personalidades tan diferentes como Montalbán y sus hermanos? Es una pregunta que, fuera de esta historia, me he hecho muchas veces y para la que no tengo respuesta.

Una anécdota apasionante que nos ofrece esta novela: Fidel Castro, aprovechando una serie de circunstancias, excarceló a miles de delincuentes dándoles permisos para que pudieran viajar a Perú o Miami sin posibilidad de retorno, librándose así de esos indeseables y entregando lo peor de su país a los degenerados capitalistas. 

Anabela y Rebeca son los personajes femeninos de esta novela, a través de los que se retrata la historia de la postrevolución en el ámbito del ardor caribeño, en una Habana decadente y bohemia, de burguesía comunista y canalla. Pertenecen a una generación de jóvenes que no formaron parte de la Revolución pero que heredaron de sus padres los mitos y realidades de una sociedad que soñó con construir un mundo mejor y se vio envuelta en las mezquindades y prejuicios de una dictadura.

La relación entre Anabela y Rebeca ejemplifica perfectamente las variables infinitas de los trasiegos y escarceos amorosos adolescentes en el Centro Lenin, el más importante bastión de la educación al más alto nivel, adonde solo llegan los mejores alumnos, los de más alto rendimiento y en el que rige un autoritarismo carcelario. Allí las hormonas estallan entre prohibiciones de todo tipo: no se puede escuchar música rock porque es imperialista, no se pueden mantener relaciones de pareja, no se puede beber. Y cuando todo está prohibido, quien puede (generalmente los hijos de los poderosos) se salta todas las normas y transgrede todo lo que haga falta. El hijo del Che Guevara es uno de esos ejemplos paradigmáticos.

Tenemos muchos centímetros de piel que necesitan del placer de la ternura, de la sensualidad y de la sexualidad para sentirse en plenitud física y emocional y las formas de alcanzarla son infinitas y no siempre recorren los caminos que nos han trazado. Los personajes de Anabela y Rebeca son tan intensos que cuando el relato se va por otros derroteros y deja a estas dos muchachas en espera, las echamos de menos, queremos saber qué ha sucedido con ellas y vemos que nos quedan muy pocas páginas y nos tememos lo peor... Pero la acción se intensifica de tal forma que cuando llegamos a la última página y cerramos el libro, toda la historia cobra vida dentro de nosotros y nos ha cambiado, ya no podremos ser los mismos que la empezamos. Una fantástica novela que hace años llevaba echando en falta, sin saberlo.



martes, 17 de enero de 2017

ELLAS MISMAS (firma invitada)


Recomendación de nuestra firma invitada, Patricia Bejarano. 


Durante los primeros meses de 2015 descubrí, para mi asombro, las cifras de mujeres artistas que exponían o habían expuesto en galerías de Estados Unidos. Me enteré porque Matadero de Madrid realizó una muestra de carteles del grupo de artistas feministas Guerrilla Girls.
Los carteles, directos y provocadores, enunciaban hechos o se hacían preguntas tales como: "¿Las mujeres tienen que estar desnudas para entrar en el Museo Metropolitano? Menos del 5% de los artistas expuestos en secciones de arte moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos".
De forma gamberra y con técnicas de "guerrilla" estas mujeres, ataviadas con una máscara de gorila, se manifestaban frente a las puertas de los museos, pegaban carteles y se mostraban molestas cuando en las listas de los mejores artistas del momento, el MoMA no incluía a ninguna mujer.
No hay que sorprenderse. El mundo de la literatura y los libros se ha parecido mucho a ese reducto exclusivo de hombres hasta hace muy poco. Afortunadamente las cosas cambian. También en el mundo de la Historia del Arte las cosas están cambiando. Y nos congratulamos.

Estamos realmente emocionados por la buena acogida que ha tenido en la librería el ensayo y libro de arte elaborado por Ángeles Caso titulado Ellas mismas. Autorretratos de pintoras. En la introducción de este libro, hecho con mucho rigor científico y una extraordinaria sensibilidad para el arte, ya se nos advierte de las cifras. En los índices de manuales de Historia del Arte Universal de todos los tiempos, los nombres eran siempre masculinos y solo en torno al 1 o 2% eran mujeres quienes aparecían dispersas entre las páginas de estas colecciones. Además, la autora nos habla sobre la convención que supone la historia, esa construcción cultural e intelectual que tantas veces es parcial y deja de lado buena parte de la realidad.

Ángeles Caso se ha tomado el tiempo y la molestia de devolver a la mujer artista al lugar que le corresponde. La ha visibilizado y, para ello, ha seleccionado una nómina de más de setenta mujeres artistas de todos los tiempos. En el índice de su libro, el 100% de los nombres son femeninos y por fin se ha hecho justicia para estas mujeres olvidadas, para estas artistas cuya calidad pictórica fue tanto o mayor que la de sus coetáneos con "barbas blancas y sombreros de copa", como ironiza constantemente Caso a lo largo del libro. 

En el baile, 1875.
(Berthe Morisot, autora compilada en Ellas mismas)
La belleza de este libro reside en dos puntos esenciales: en primer lugar, en las propias imágenes, reproducciones de gran calidad de las obras presentadas. No hay dos páginas seguidas en las que no aparezca al menos un cuadro. En segundo lugar, los textos escritos por Ángeles Caso, que están cargados de admiración por las pintoras, rigor académico y un toque narrativo que le da al conjunto del libro un valor muy especial. Un libro de estas características merecía haber sido publicado por alguna editorial que le hubiera dado mayor difusión; sin embargo, ha salido adelante gracias al tesón de la autora y a la ayuda de las 1600 personas que han apoyado su publicación mediante micromecenazgo. 

Gracias a este libro, consolidamos los ya conocidos nombres de Frida Kahlo, Vanessa Bell o Tamara de Lempicka y no tendremos excusa para no conocer otros que hasta ahora no nos sonaban y que a partir del pasado 2016 ya entran a formar parte de las listas de artistas indispensables. Os animo a acercaros a la librería, echar un vistazo a las páginas del libro y enamoraros de sus cuadros. El flechazo es instantáneo. Os lo digo yo.


viernes, 13 de enero de 2017

LA CONFESIÓN DE LA LEONA

Acabo de terminar este libro, la última narración de Mia Couto, el más internacional de los escritores mozambiqueños, una fábula misteriosa y fascinante en la que relata la situación de las mujeres en Kulumani, una aldea africana. Desde diferentes miradas, tres han sido mis lecturas: la primera, personal, ávida de conocimiento, de sabiduría, de curiosidad por todo lo que acontece a mis semejantes; la segunda, profesional, en mi calidad de librera; la tercera, la del feminismo, a través de la que investigo y analizo la evolución e involución que por desgracia va acompañando a la conquista de los derechos humanos que las mujeres todavía no han logrado en gran parte del mundo. 

La novela de Mia Couto me ha dejado un poso amargo a pesar de la belleza de su literatura debido a esa realidad que nos trasmite, la brutalidad que emana mayoritariamente de la ignorancia, de la violencia de tantos hombres que siguen creyéndose dueños de las vidas de las mujeres para ensañarse, abusando de forma cruel y machista. ¿Algún día acabará esta lacra? Bestialidades como la de coser la vagina de sus mujeres cuando se tienen que ausentar, provocando infecciones que las llevan a la muerte, o abusando de sus hijas como si eso fuera un derecho de paternidad... Es la historia cotidiana, todos los días en todos los países del mundo, en unos más que en otros, la violencia que no cesa contra las mujeres, asesinatos, violaciones, maltratos... ¿Cuándo las mujeres serán conscientes del poder que tienen para exclamar ¡BASTA YA!? Siento dolor al pensar que desde mi adolescencia (y han pasado ya más de 50 años) llevo en mi alma la lucha por la defensa de los Derechos Humanos y constatar que, aunque se han conseguido avances, queda tanto camino por recorrer. 

Mia Couto, poeta y uno de los más conocidos escritores mozambiqueños, ha sido traducido a seis idiomas. Estudió medicina y biología y dirigió la revista Tempo, el Diario de Noticias de Maputo y la Agencia de Información de Mozambique. Ha sido galardonado con premios por el conjunto de su obra como el Virgilio Ferreira en 1999 (equivalente a nuestro premio Cervantes), el Premio Camoes en 2013, y en 2014 el Internacional Neustadt de Literatura, premio bienal patrocinado por la Universidad de Oklahoma (USA) y la revista World Literature Today. 



lunes, 9 de enero de 2017

AKIM CORRE

Ya está aquí el frío. Y los niños lloran.
El mundo explota en mil pedazos. Es el quinto invierno de la guerra. 

El mundo explota en las ciudades por la avaricia de los hombres, por la soberbia de los hombres al creerse mejores que otros. Insisten en que tienen razón. Pero ¿qué importa la razón cuando un niño se desangra? 

La guerra divide el mundo entre los que tienen miedo a morir y los que disponen de la vida de los demás. Entre los que tienen porque arrebatan y los que mueren desposeídos de su tierra. 
La guerra es una metástasis en la decencia de los que mandan, es la humanidad necrosada, gris y violenta de los que aniquilan para lucrarse enarbolando la bandera de los salvadores. 

Ya está aquí el frío. Una vez más. 
Y una vez más los niños lloran, los niños sangran. 
Y aunque los asesinos que sonríen en la tele no dejen de matar personas, no pueden matar las palabras. 
Hacen falta palabras. Cada día que pasa, más palabras.
Las historias necesitan palabras que las cuenten, ilustraciones que den vida al miedo, al éxodo interminable de familias que huyen con las raíces rotas. 

Hacen falta libros que nos cuenten la muerte para no repetirla, para saber distinguirla cuando se esconde en la sonrisa de un político, cuando llega bajo el nombre de ayuda humanitaria y explota en las manos de los más necesitados como bombas de racimo. 

Hacen falta libros como éste, hechos de palabras e ilustraciones sobre un niño en la guerra. Un niño más, llamado Akim que, como otros tantos, huye, no para de huir de un estallido a otro de esa vida infernal que los señores de la guerra quieren para su población. 

Correr, huir, ¿qué otra opción queda cuando todo desaparece?
Ya está aquí el frío. Los niños lloran. 
Y este libro no consuela. Este libro denuncia, señala, enciende. 
Este libro amenaza con despertar conciencias. 
Este libro está aquí para salvarnos de la indiferencia.