jueves, 16 de noviembre de 2017

UNA COLUMNA DE FUEGO

La continuación de Los Pilares de la Tierra y Un mundo sin fin no sólo no decepciona: te apasiona, no puedes soltarlo. Nos trasporta al conflictivo siglo XVI, cuando las guerras e intrigas en Inglaterra y en Francia demostraron una vez más la intolerancia, la violencia y las injusticias tan virulentas que siempre ha desatado la Iglesia católica. 

El personaje más importante que transita a través de esta novela es la reina Isabel I de Inglaterra, cuyo perfil desmonta la imagen que durante el siglo XX nos ofrecieron de ella los libros de texto en España. Felipe II siempre era retratado como el valedor de la justicia, e Isabel, como la malvada reina que defendía una religión equivocada. Ken Follett da la vuelta a esta dualidad, señalando la voluntad de la reina inglesa de que bajo su reinado nadie muriera por expresar su religión. Había tantos motivos para renovar una Iglesia como la católica, corrupta, conservadora y sanguinaria a través del brazo torturador de la Inquisición... La Reforma protestante pretendía regenerar prácticas tan poco edificantes, aunque algunos de sus métodos, y sobre todo el radicalismo de Calvino en Ginebra, desprestigiaron en buena medida su proceso. 

Hay que agradecer a Ken Follett, y a la tarea de documentación que siempre realiza en sus novelas históricas, que nos haya ofrecido una imagen tan perfilada e íntima de dos personajes tan controvertidos como la reina Isabel I y María Estuardo, mitificadas a través de la literatura, el cine y el arte en general. 

Dadas las conspiraciones continuas por parte de todos los países europeos para derribarla del trono, Isabel I establece un servicio secreto para investigar posibles invasiones e intrigas. Y Ned Willard, el protagonista de esta novela, se convertirá en uno de sus espías más perseverantes y leales, teniendo que enfrentarse con el hermano de Margery, la mujer que ama, conspirador desde Francia contra Isabel.

Es espléndido el relato de las intrigas que la familia de Guisa, defensora de María Estuardo, maquina en la corte francesa para imponer el catolicismo más recalcitrante en un país donde durante casi medio siglo los herederos de la corona se suceden sin pausa a consecuencia de enfermedades y reyertas. Las anécdotas de la primera boda de María con el príncipe heredero francés, un muchacho de 14 años con el que se había educado y con el que la unía una gran amistad, son antológicas.

Una lección de historia fascinante que no puede dejar indiferente a nadie. 



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