jueves, 29 de junio de 2017

LA BALADA DEL NORTE

En España dices República y no sólo eres antimonárquico, sino además rojo, socialista, filocomunista y, si se tercia, antisistema. Obligatoriamente progre. Como si desde 1931 hasta 1936 sólo hubieran gobernado las izquierdas. En el instituto me enseñaron a asociar la República con libertades, sindicatos, Lorca, La Barraca, lucha obrera y derechos laborales. Cinco años de esplendor apretujados entre dos épocas de oscurantismo medieval. La esperanza. El comienzo del progreso. El faro de la historia que pasaría cuatro décadas apagado por la bota de Franco y que volvería a la luz, para no volver a apagarse, en 1978. Y lo cierto es que esa forma de verlo era perfecta para cuadrarla en un esquema memorizable. Quedaba bonito en los apuntes para selectividad y servía a la adolescencia como las camisetas del Che: mitos para empezar a rellenar la ignorancia. Pero lo cierto es que, al igual que aprendimos, años más tarde, que el Che no era aquel irreprochable guerrillero liberador de las masas oprimidas que describía Silvio Rodríguez en su canción, poco a poco nos fuimos dando cuenta de que la República tuvo poco de esa liberación social con la que la asociábamos y que el esplendor fue en realidad una vela frágil, una promesa que nunca llegó a cumplirse.

Precisamente de promesas no cumplidas sabían mucho los mineros de Asturias, protagonistas de esta obra monumental de Alfonso Zapico en tres volúmenes, de los que se han publicado ya los dos primeros. Las compañías mineras asturianas, afectadas por la crisis de 1929, redujeron sueldos y dejaron de invertir en medidas de seguridad para mantener los beneficios. Conchabadas con las fuerzas del orden y los jueces, censuraron periódicos y acentuaron la pobreza y la precariedad de los mineros. Estos llegaron a un punto en que su único afán era sobrevivir y sacar adelante a sus familias, y decidieron que ya era hora de "coger el país por las solapas y zarandearlo hasta darle la vuelta". No se puede pasar hambre en silencio e indefinidamente. No se puede contemplar la dignidad pisoteada día tras día y quedarse de brazos cruzados, recibiendo palo tras palo. "¿Qué será lo próximo? La muerte colectiva. Acabarán convertidos en sombras, abandonados en aquel valle. Por eso habrá revolución".

La revolución de 1934, pensada para toda España, sólo cuajó en Asturias. Pretendió ser el sueño de todos, anarquistas, socialistas, comunistas y republicanos de cualquier ideología que estuvieran a favor de los derechos laborales de las clases más desfavorecidas. Pero se topó con un gobierno conservador que, aterrado por la posibilidad de que los obreros tomaran el poder, mandó al ejército, con López Ochoa al mando, y a un tal general Franco al frente de los regulares de África para reprimir a sangre y fuego la revuelta. Pretendió ser el sueño de todos, pero sólo fue el sueño de cada uno, socialistas, comunistas y anarquistas, cada uno en una dirección, odiándose por motivos espurios, cegados por su ambición o sus miserias, todos con un sueño distinto de la revolución.

Escribe Enric González en la introducción del primer tomo: "los sucesos de Asturias supusieron en realidad el inicio de la guerra civil: en ellos el rival político se convirtió en enemigo, y acto seguido en alimaña, en bestia que se debía exterminar. Tanto la insurrección como la brutal represión militar imprimieron en la Segunda República el clima feroz que dos años más tarde desembocó en una guerra de aniquilación".

Zapico, uno de los más brillantes historietistas españoles, está creando una obra impresionante sobre la Revolución de 1934. A través de una ambigua historia de amor entre el hijo del dueño de una compañía minera y la hija de uno de los líderes de la revolución, retrata de forma magnífica el clima de violencia, la angustia de los trabajadores, el desprecio de los empresarios y el caos que reinaron en Asturias durante aquel mes de octubre, dejando para el tercer tomo, presumiblemente, las consecuencias de la represión y el destino de esa pareja improbable.

La revolución de octubre de 1934 fue la última revolución social de Europa Occidental. Aunque fracasó, pronto se convirtió en un mito para la izquierda, a la altura de la Comuna de París o de la Revolución Rusa. Ojalá este cómic sirva, entre otras cosas, para ver la revolución de Asturias con sus luces y sus sombras, para que la palabra República deje de ser sinónimo de socialismo o progreso y para desmitificar aquellos hechos y que no se conviertan en armas arrojadizas para futuras generaciones.


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