miércoles, 31 de mayo de 2017

VIVE. RECUERDA QUE VAS A MORIR

Nadie quiere hablar de la muerte. Cuando confesamos la pérdida de alguien cercano recibimos condolencias silenciosas: un abrazo, una sonrisa compasiva. Nadie va más allá de la primera pregunta. Nadie quiere ponerle palabras al dolor que provoca la muerte. Indagar es percibido como una violación del duelo, como una falta de delicadeza. Conversar sobre los propios muertos, a menudo, como algo propio de insensibles. 

Nuestra cultura nos hace vivir de espaldas a la muerte. Hasta tal punto que mucha gente confunde la valentía de ayudar a morir en paz con el asesinato. Quizá sea porque vivimos sin ser casi nunca conscientes de que estamos viviendo. La percepción de nuestra existencia es una de las cosas que nos hace humanos y, sin embargo, muy rara vez nos damos cuenta de que podría terminar en cualquier momento. Afrontar la mortalidad es desconcertante y perturbador. Y la mejor forma de hacerlo es a través de las palabras. 

Paul Kalanithi era un neurocirujano prestigioso de 36 años cuando le diagnosticaron un cáncer de pulmón en fase terminal. En los dos años que pasaron entre el diagnóstico y su muerte, desesperó, volvió a confiar, dejó su trabajo, lo retomó, tuvo una hija y escribió este libro. Un libro sobre un médico que se convierte en paciente. Sobre el valor que adquiere la vida (la tuya, la de tus seres queridos) cuando sabes que la vas a perder. 

Cuando no sabes cuántos meses te quedan de vida, los planes se vuelven inciertos, tramposos. Como dice el propio Kalanithi, pensar en el futuro y sus posibilidades es como hacer presupuestos cuando te han robado la tarjeta de crédito. Todo, de repente, se vuelve inmediato. El hilo de vida mengua día a día y no te deja espacio para calcular, para calibrar el tono que quieres usar para contar tu historia, para elegir la máscara tras la que podrás esconder tu angustia o tu esperanza. Te despoja del cálculo. Y también, del pudor. El pudor, desprovisto de futuro, pierde su sentido. ¿Qué importará tu desnudez cuando ya no estés ahí para sonrojarte? 

Contar la perspectiva de la muerte. Ponerle palabras al dolor y al miedo. Escribir: "una enfermedad como esta no te cambia la vida. Te la destruye". Volverse consciente de que no hay belleza ni trascendencia ni epifanías en el dolor. El dolor es humillante, frustrante, enloquecedor. El dolor no te salva de nada, no te eleva, no te acerca al cálido regazo de ninguna divinidad, no te hace amar más intensamente. El dolor, simplemente, convierte tu vida en un paisaje irreconocible. Y a ti, en un extraño rodeados de monstruos. 

Este libro está marcado por la urgencia de una carrera contra el tiempo. Paul Kalanithi lo escribió sin apartar la mirada de la muerte. Para indagar en ella y ponerle palabras. Para afrontarla, nombrarla, combatirla y aceptarla. Para ir más allá del miedo, más allá de las preguntas que nadie se atreve a formular y darle un sentido a su vida hasta su último instante. 


Paul Kalanithi y su hija, Cady




jueves, 25 de mayo de 2017

ESCAPAR

Ayer trabajabas para una ONG en Chechenia. Gestión económica y administrativa. Y ahora estás aquí. Rehén de unos hombres armados. En un cuarto con la ventana tapada. Con la muñeca izquierda esposada a un radiador veintitrés horas y media al día. Encerrado. Atrapado en una habitación.

Ellos deciden qué comes. Cuándo comes. Cuánto tiempo caminas. Cada cuánto vas al baño. Ellos deciden si tienes calor o frío. Si necesitas una camisa o una manta. Si te duelen las magulladuras de las muñecas. Ellos deciden mantenerte con vida pensando en un rescate. Mantenerte con vida arrebatándote la libertad mínima que necesitas para seguir sintiéndote un ser humano. Libertad para moverte, para rascarte, para cagar, para pedir algo, para sentirte vivo. 

Tu mundo es una realidad paralela. Cuentas los días porque no tienes otra referencia real a la que agarrarte. Hoy es domingo, 17 de julio, te dices, y saberlo te permite mantenerte cuerdo, al menos, hasta el día siguiente. Controlar el calendario es tu pequeña victoria diaria contra la locura. Escuchas ruido de gente, de coches, al otro lado de la pared. La vida sigue, ahí fuera. Por increíble que parezca, la gente sigue yendo de un lado a otro, con sus quehaceres rutinarios, sin saber que dentro de estas paredes estás tú, prisionero, rehén de unos hombres armados que quieren cambiar tu libertad por dinero. 

¿Cuándo me liberarán? ¿Qué estarán haciendo mis colegas? ¿Y mis padres? Mi hermana se casa la semana que viene, ¿le habré estropeado la boda? ¿Me dejarán sin desayuno mañana? ¿Me darán otro cigarrillo? ¿Cuánto tiempo más podré aguantar? ¿Por qué yo? Preguntas, preguntas, preguntas. Las preguntas te acribillan, no te puedes deshacer de ellas, no puedes mandarlas callar. Y por supuesto, no puedes responderlas. Es increíble la cantidad de minutos que caben en una hora y la cantidad de horas que caben en un día cuando lo único que puedes hacer es estar tumbado en un colchón, esposado a un radiador, esperando tu liberación.

Y pasan los meses. Y sobrevives a la locura gracias a tu pasión por la historia militar. Austerlitz, Borodino, Cambronne, Devout, repasas el alfabeto con los nombres de las batallas y los protagonistas de las campañas napoleónicas. Un método como cualquier otro para esquivar por un rato el tedio y las preguntas. 

Hace tres meses trabajabas para una ONG. Estás en Chechenia. Hoy es lunes, 3 de octubre. Estás esposado a un radiador. Empieza a hacer frío. Sigues cuerdo. No sabes por cuánto tiempo. Ha llegado el momento de hacer algo. Tienes que escapar. 


El canadiense Guy Delisle nos tenía acostumbrados a sus crónicas de viaje desenfadadas, irónicas y lúcidas de lugares poco habituales (Birmania, Pyongyang, Jerusalén), y con su último libro da un giro brutal en su producción. Escapar cuenta la historia de Christophe André, un trabajador de Médicos Sin Fronteras que fue secuestrado por una milicia chechena en 1997 y retenido durante meses en espera de un rescate. Y es una verdadera bomba. Por su sencillez narrativa y por la cruda descripción de lo que le puede hacer a un ser humano la pérdida indefinida de su libertad. Pocas historias me han sabido transmitir tan intensamente la sensación de reclusión y me han llevado al desenlace con más taquicardia que esta. 



lunes, 22 de mayo de 2017

MARÍA ESTUARDO

Zweig siempre sorprende agradablemente, aun cuando hayas leído mucho su obra, como es mi caso. Si te gustan las novelas románticas, nada mejor que La impaciencia del corazón o algunos de sus relatos cortos, como Carta de una desconocida o Veinticuatro horas de la vida de una mujer. Su conocimiento de la historia y sus dotes psicológicas para meterse en el alma de los personajes están reflejados en infinitos perfiles biográficos, como esta magnífica María Estuardo que acabo de terminar, y también en María Antonieta, Fouché, Castellio contra Calvino, Balzac, Montaigne, Erasmo de Rotterdam...

Sus Momentos estelares de la humanidad, catorce miniaturas históricas, quizá sean la mejor de las introducciones para despertar la curiosidad y adentrarnos en momentos singulares de la historia, como por ejemplo las circunstancias en las que se compusieron La Marsellesa o El Mesías de Haendel, o el protagonismo que tuvo la puerta en el desenlace del sitio de Constantinopla.

La embriaguez de la metamorfosis es para mí quizá su mejor novela, la historia de una mentira y sus consecuencias, magistralmente relatada. De los cuentos cortos, me quedaría con Mendel, el de los libros, Fue él o Novela de ajedrez, verdaderas obras maestras que no por ser breves dejan de encerrar historias completas, cerradas y universales.

A todos los lectores que vienen a la librería interesados en novelas de intriga y conspiraciones, sin dudarlo les recomendaría esta biografía que acabo de terminar. Esta mujer, tan conocida por haber sido recreada en películas, dramas teatrales, libros, pinturas y música a lo largo de los cuatro siglos que nos separan de su vida, Zweig nos la descubre con infinitos matices nuevos, con un exhaustivo análisis de documentos y cartas y nos sumerge en los recovecos de su vida como si nosotros participáramos de la misma.

María aún no había cumplido un año cuando fue nombrada reina de Escocia. Con cinco años, ya estaba en la corte de Francia como prometida del delfín Francisco, con quien se casaría a los diecisiete años, convirtiéndose en reina de Francia. En esos doce años recibió una exquisita educación, que reforzaría una personalidad de gran fuerza interior. Hasta los veinticuatro años, su vida fue brillante, rodeada de la corte y agasajada por todos, pero la historia le tenía reservadas experiencias que la convirtieron en una heroína de leyenda. En muy poco tiempo, su segunda y tercera boda trastocaron completamente la línea ascendente de su vida y, como tantas veces, la Iglesia marcó trágicamente las relaciones que establecieron María y su prima Isabel, reina de Inglaterra, dos mujeres singulares descendientes de Enrique VIII que nunca llegaron a conocerse personalmente.

Zweig escribe: "María Estuardo no ha nacido para la calma ni para la dicha, una funesta violencia la impulsa desde su interior. Jamás un destino cobra sentido y forma a partir de los acontecimientos y azares del mundo exterior. Siempre son las leyes innatas y primigenias las que dan forma a una vida o la destruyen". Es muy posible que Shakespeare, nacido unos años después, se inspirara en episodios como los que vivieron María Estuardo e Isabel para crear su mundo teatral, sus personajes tienen verdaderas similitudes y Zweig nos lo hace notar.

Stefan Zweig
Siempre ha habido una tendencia a criminalizar a Isabel en defensa de María, debido a los hechos trágicos de la condena a muerte de esta última que, sin dejar de ser ciertos, esconden matices sumamente interesantes. Los lores y ministros que rodearon a estas dos mujeres tejieron una red de conspiraciones que utilizaron para manipularlas y enfrentarlas. Quizá si las dos primas se hubieran llegado a conocer la tragedia no se hubiera producido.

Zweig consigue meternos en los entresijos de esta apasionante historia analizando y describiendo los más íntimos sentimientos de ambas mujeres, demostrando un conocimiento del alma humana que deslumbra. Isabel tuvo que luchar siempre contra su conciencia porque sus sentimientos no eran crueles. Siempre fue indecisa y continuamente ofreció a María su salvación a cambio de doblegarla, algo que María no aceptó jamás. Prefirió morir antes que ser salvada, su mayor fuerza era el orgullo y antes doblaría la rodilla ante el patíbulo que ante su protectora, porque solo le quedaba un poder en el mundo: hacer de Isabel su asesina ante el mundo y avergonzarla con su muerte gloriosa.

Hasta el último minuto Isabel solicitó a María que le enviase un escrito privado de reina a reina y se sometiera a su juicio personal, mejor que al de un tribunal público que sabía que iba a condenarla. Sin embargo, María ya no quería ser salvada. Preparó su muerte de forma regia, con los mejores vestidos y ropa interior roja para que, en el caso de que la sangre saltara, no destacara sobre la ropa. Quizá ninguna mujer condenada se haya preparado para la muerte de forma más artística y soberana.

La historia también fue injusta con Zweig: una mente lúcida, brillante, de una cultura impresionante que dedicó toda su vida al conocimiento y al humanismo más generoso y que, ante la brutalidad del nazismo, no pudo reaccionar y se hundió en una depresión que le llevó al suicidio en la creencia de que Hitler iba a ser capaz de difundir su terror por todo el  mundo. Tener que vivir en el exilio, añorando su querida Europa, no fue soportable para él. En un ensayo brillante, El exilio imposible, el escritor George Prochnik hace un recorrido por la vida de Zweig e intenta explicar por qué el exilio que para Thomas Mann o Hannah Arendt fue tan fructífero, no lo fue para Stefan.



miércoles, 17 de mayo de 2017

ALGUIEN HABLÓ DE NOSOTROS

La palabra escuela viene del griego scholé, que significa "ocio". Sí, ocio, todo aquello que hoy en día asociamos con cosas que se hacen fuera de la escuela para, en cierto modo, compensar a los alumnos por sus esfuerzos en ella. Sin embargo, los griegos pensaban que "las horas de estudio son tiempo de recreo para uno mismo, frente al trabajo, que te pone al servicio de un amo o del dinero". Recuperar la educación como recreo, como ocio, ¿y si hiciéramos caso a los griegos? 

Un investigador violento y perspicaz que no abandona su búsqueda pese a las presiones. Secretos turbios que después desearía no haber descubierto. Un desenlace perturbador en el que la identidad del asesino se confunde con la propia. No, no es lo último de Jo Nesbo, es la historia de Edipo Rey, quizá el primer noir de la historia de la literatura.

"El peor enemigo de los prósperos es la envidia (en latín, "mirar mal"), pues consiste en la tristeza por los bienes que no nos pertenecen, que siempre son la gran mayoría". Ya lo decía Epicteto. Y legiones de políticos llevan un par de milenios olvidándose de esta advertencia del sabio griego en cuanto llegan al poder. 

Al leer este libro, pienso que, hoy en día, Marco Aurelio tendría miles de seguidores en Facebook. Sus reflexiones cortas sobre aspectos universales de la condición humana, al igual que las de muchos escritores de la Antigüedad, siguen plenamente vigentes para muchos. Son millones los que disfrutan escribiendo, leyendo y opinando sobre la libertad, el amor, la política, la historia, el futuro o el trabajo. Son los Marco Aurelios desconocidos de nuestras redes sociales. Con ellos aprendemos a pensar, a discutir y a sentirnos interpelados por mentes que no siempre se parecen a la nuestra. Fulanito de Lucena opina sobre la barbaridad que supone la pasión taurina y ya tenemos debate para el aperitivo de la cena de Nochevieja. Menganito de Hondarribia denuncia la falta de recursos educativos para los niños con altas capacidades y todos los profesores y las madres y los padres con hijos tendrán algo que decir (y defender) al respecto. Antes, los artículos de pensamiento estaban en columnas de periódicos. De hecho, aunque cada vez menos gente lea ya la prensa, siguen estando. Y de ahí, precisamente, vienen los textos de Irene Vallejo que componen este libro: columnas de prensa que comentan temas actuales desde la perspectiva de la tradición greco-latina. Alguien habló de nosotros hace varios miles de años, alguien mucho más parecido a nosotros de lo que podemos imaginar, y todavía estamos a tiempo de escucharlo. O leerlo, a través de la mirada calmada, delicada y precisa de Irene Vallejo.

Este es un libro para leer a sorbos cortos, como el té. Lo abro al azar una tarde tranquila en la librería y me dejo llevar al pasado a través del presente: a Edipo a través de la novela negra o a Epicteto por los vericuetos de la envidia. Es una delicatessen para gourmets del pensamiento finamente hilado y, a la vez, una fuente riquísima de material para enseñar a alumnos de secundaria a conversar de la mano de Cicerón y a pensar argumentando. Y también, es un sutil antídoto contra la ignorancia y los muros que esta levanta en todas partes del mundo, muros que no salvan a nadie y sólo protegen del conocimiento. 


Irene Vallejo

viernes, 12 de mayo de 2017

OCULTO SENDERO (firma invitada)

Elena Fortún acaba de entrar en mi nómina particular de escritoras del siglo XX que se rebelaron ante la situación de la mujer en una sociedad que las despreciaba. Leo Oculto sendero y no dejan de venirse a mi mente escenas nítidas de Entre visillos, de Carmen Martín Gaite. También la angustia y represión de algunos pasajes de Nada, de Carmen Laforet y, ¿por qué no?, escenas sueltas de algunos relatos de Virginia Woolf. 

Cuando hablo de mujeres que se rebelaron, creo que debo puntualizar, porque su rebelión no fue estrepitosa, no trajo consigo cambios importantes, sino más bien fue una pequeña rebelión interior. Lo veo claramente en el transcurso de la vida de María Luisa, el trasunto literario de la propia Elena Fortún en esta novela hasta ahora inédita. La niña María Luisa se da cuenta de que es una niña especial porque no le gusta hacer lo que otras niñas de su edad hacen, e interiormente lucha contra los deseos de la sociedad (representada fundamentalmente en la figura de su madre) para convertirla en una mujer modelo, una madre ejemplar y una esposa sumisa y dispuesta a aceptar los caprichos del alma y de la carne del marido.

María Luisa, que pasa la mayor parte de su vida sola o dando tumbos para encontrar un alma igual a ella, consigue fugazmente hacer amistad con mujeres que no entienden por qué no le gusta el cotilleo, ni su falta de espíritu femenino o su asco hacia las relaciones sexuales. Otras veces, encuentra mujeres anormales como ella que comparten su parecer e incluso la animan a desarrollarse artísticamente alejada de la figura de su marido. Un día, hablando con su amiga Carmen, esta le dice: “¡Si vieras qué envidia les tengo a las monjas porque duermen solas y pueden dormir toda la noche!”, como si lanzara una llamada de alarma ante su vida conyugal. Oculto sendero es esto, es un grito de auxilio que sale quedito primero de la boca de la niña María Luisa, después de la adolescente María Luisa, más tarde de la joven María Luisa y finalmente, con fuerza e independencia, de la mujer en que se han convertido todas estas María Luisas.

No obstante, aunque la adulta le plante cara a una sociedad cuyos ideales patriarcales y machistas le repugnan, su vida no es una vida feliz, porque es la vida de una mujer que durante décadas ha tenido que aceptar las convenciones de esa misma sociedad, la que ha truncado y frustrado muchos de sus deseos más íntimos desde la niñez: el deseo de libertad, el deseo de conocimiento, el deseo de creación artística y el deseo por el cuerpo femenino.

Oculto sendero es una lectura que deja una sensación amarga en el lector que se adentra en ella. La amargura de la historia. La angustia de saber que el retrato costumbrista de las primeras décadas del siglo XX está fielmente dibujado y que cientos (o miles) de mujeres como Elena Fortún o María Luisa Arroyo sufrieron la lacra de una sociedad que daba la espalda rotundamente a la mujer por considerarla el sexo débil, el sexo inútil cultural y académicamente.

Creo que la lectura de esta novela es muy necesaria. Es un libro para mujeres, porque de mujeres se habla; pero también para hombres que quieran comprender cómo el sexo femenino ha llegado hasta la actualidad: las trabas, baches y caminos pedregosos por los que nuestras antepasadas tuvieron que caminar. Y por los que aún hoy en día seguimos caminando. Creo que muchas mujeres podrán encontrarse en ese oculto sendero que tanto trabajo le costó a María Luisa encontrar y más tarde recorrer con la frente bien alta y la seguridad de estar haciendo lo que verdaderamente deseaba y no lo que le estaba impuesto desde mucho antes de que naciera.



lunes, 8 de mayo de 2017

ESPERANDO A MISTER BOJANGLES

Uno lee un libro. Se enamora de los personajes. De algo que palpita entre líneas. De un adjetivo o un pronombre inesperados, quizá, como las flores que echan raíces en las piedras. Uno siente el impulso de escribir sobre ese libro. Sobre los ojos húmedos al leerlo. O sobre las ganas de pasar las páginas silbando. Y se sienta para ponerse a ello, una mañana. Y mira por la ventana. Uno recuerda que leyó el libro en un tren a Cádiz, sentado al lado de una mujer hermosa, y sonríe. Quizá podría empezar por ahí, por los olivos al otro lado de la ventanilla rivalizando con la ligereza de esta historia. Esta ventana. Aquella ventanilla. Conexiones. Uno escribe una frase. Y para. Escucha la canción de Nina Simone que da título al libro y, de repente, piel de gallina, ojos brillantes. Alguien ha subido de golpe el volumen de la emoción y uno se agarra a la mesa para resistir el impacto. Quizá sea buena idea escribir sobre este libro así, vibrando. Pero cómo. Si alguien, sentado en la cafetería de enfrente, por ejemplo, bajara el periódico para espiarme, le recordaría a un cuadro de Hopper. Figura ausente mirando por la ventana. Ausente, sí, pero no sola. Hoy, Mister Bojangles, Nina Simone y la historia maravillosa de este libro me acompañan. 

"¿Cómo se las arreglan los demás niños para vivir sin mis padres?", se pregunta el protagonista de esta historia con frecuencia. ¿Hay vida fuera de su fiesta perpetua, de ese folletín alegre y disparatado que llena todas sus horas de sorpresas, bailes y amor? No es muy frecuente que un niño esté enamorado de sus padres, pero en este caso, lo raro resultaría que alguien no lo estuviera. Y no porque sean unos padres ejemplares, precisamente. Cada veinticuatro horas él elige un nuevo nombre para su mujer y la rebautiza, porque llamarse todos los días de la misma manera debe de ser terriblemente aburrido. ¿Os imagináis toda la vida respondiendo al nombre de Berthe, Rosalinde o Agnès? ¡Insoportable! Ella es el alma de todas las fiestas y lleva allá donde va un mundo completo de gozo, fantasía y excentricidad. Desde muy pequeño, nuestro protagonista aprende que a veces las verdades no sirven para nada, son aburridas o incluso duelen, y que mentir hermosamente por amor es una de las mejores cualidades de un ser humano delicado e inteligente. Pero nada iguala al placer de ver bailar a sus padres, totalmente absortos en su burbuja vertiginosa, Mister Bojangles cantada por Nina Simone. Como si no hubiera vida más allá del calor de sus brazos. Como si esa fuera la única canción en el mundo. Como si el amor empezara y terminara ahí, en ese salón, en sus pasos de vals, en la voz cálida y desgarrada de Nina Simone, en aquel Mister Bojangles de pelo plateado que no paraba de reír y bailar y llorar con ellos, en los recuerdos de su primer baile, de su primer intercambio de palabras, de votos de amor y locura que haría de su vida una consecución de fuegos artificiales al margen de toda convención.

He leído este libro en un tren a Cádiz, sentado al lado de una mujer hermosa. ¿Cómo se las arreglan los demás para vivir sin ella? Lo he leído pensando que quizá no haya forma de vivir felices de otro modo. Así. Dentro del fuego compartido, en un abrazo íntimo y secreto con sus propias leyes gravitatorias. Y no importa si al final de la carretera las curvas se convierten en precipicio, nada importa si aún quedan fuerzas para seguir contando hermosas mentiras por amor, seguir inventando nombres que encajen con el estado de ánimo de un jueves radiante o de un domingo lluvioso, no importa si la alegría para seguir extrayendo felicidad de la locura sigue fluyendo por nuestras venas cada mañana, en cada baile, beso, fiesta o banquete. Porque con este amor latiendo entre los dedos, cómo "arrepentirse de aquella dulce marginalidad, de aquellos constantes cortes de manga a la realidad, de aquella forma de burlarse de las convenciones, del reloj, de las estaciones, de sacarle la lengua al qué dirán".

"¿Cómo se las arreglan los demás niños para vivir sin mis padres?"
No se las arreglan. Punto. Porque aún no ha entrado el vendaval Bojangles en sus vidas y no han aprendido el arte de perder la cabeza cada día para ser felices.

Uno lee un libro. Uno se enamora de los personajes. De algo que palpita entre líneas. De un adjetivo o un pronombre inesperados, quizá, como las flores que echan raíces en las piedras. Uno escucha a sus personajes a través de la voz sensual y melancólica de Nina Simone. Y piensa que, aunque parezca mentira, siempre queda espacio en los márgenes de la felicidad para seguir enamorándose.


viernes, 5 de mayo de 2017

Escritor del mes: Stefan Zweig

Hay algo en los libros de Stefan Zweig que maravilla. No sé si es su compasión por las flaquezas humanas. O su lucidez emocional a la hora de indagar en las razones de la conducta de sus personajes. O quizá su elegancia discursiva, que le llevaba a hilvanar sus frases con la fluidez exacta con la que un lord inglés saluda inclinando la cabeza. La seducción se nutre del misterio, así que lo mejor es no saber desentrañar a ciencia cierta cómo lo hace y disfrutarlo en el deslumbramiento que provoca. 

Vivimos una época de certezas. A golpe de titular, de tuit o de insulto, parece que las preguntas quedan para los débiles, para los que se atreven a salir de casa sin la ideología puesta o para los que no sólo dudan de las opiniones ajenas, sino también de las propias. También Zweig vivió una época de odio. Sin duda, peor que la nuestra. Y supo que la única forma de neutralizar el odio era combatirlo desde las preguntas, desde las comparaciones, desde un íntimo e insobornable desconcierto. 

Sus libros son preguntas. Y sus preguntas son espejos en las que la mayoría de nosotros podemos reconocernos. Escribió sobre una Europa difunta, asesinada por el miedo y la violencia. Una Europa que quiso acabar con las guerras y las fronteras y que terminó desangrada en la peor guerra de su historia. Luchó contra lo puro y lo homogéneo asumiendo la inabarcable complejidad psicológica del ser humano. Su literatura es un homenaje a la diversidad de sensibilidades y a la fragilidad humana. Un grito de advertencia contra el odio. Marca el fin de un época. Y cada línea asombra por su modernidad. 

Es nuestro escritor del mes por todo esto. Pero también, y sobre todo, porque con cada nueva edición, volvemos a él con amor. Un amor inmediato y sin fisuras. Incondicional. 



miércoles, 3 de mayo de 2017

BAJO EL ÁRBOL DE LOS TORAYA (firma invitada)

Los toraya son un pueblo indonesio cuyo rito funerario consiste en enterrar a sus muertos en cuevas excavadas en las montañas. Si el muerto es un bebé, entonces depositan su cuerpo dentro del tronco de un árbol centenario que lo envuelve y se alimenta con la materia orgánica del ser humano. ¡Qué bonito alimentar troncos y raíces de árboles! ¡Y cuánto tendríamos que aprender los pueblos occidentales de las costumbres rituales de esas civilizaciones lejanas que están vinculados de forma tan estrecha a la tierra! 

El libro de Philippe Claudel es un árbol que se arraiga y crece lentamente transportando grandes cantidades de savia sabia. Es un homenaje bello y nostálgico a la vida: a la vida como concepto abstracto y también a la vida concreta de sus personajes, especialmente del narrador protagonista y de su amigo, fallecido tras un brutal y devastador cáncer.

Me gusta El árbol de los toraya porque es un manual de filosofía que en cada página va desgranando una verdad, una reflexión, como una parada de la mente para tomar aliento, recomponerse y continuar. El narrador de esta historia, que es un cineasta, busca en cada momento de su vida el fotograma de la película que podría haber filmado o que filmará, pues para él todo es materia creativa y todo puede llegar a alcanzar la trascendencia de la cinta grabada. Para mí, todo aquello que le da que pensar alcanza la trascendencia del pensamiento filosófico que nos construye e incluso termina por definir quiénes somos.

En el transcurso de la novela se van sucediendo imágenes de una enorme potencia evocadora que nos llevan hasta el amor al final de la vida adulta, el sexo, la enfermedad, la muerte, la amistad, el alpinismo, la literatura, la lectura, el azar... Todas ellas se convierten en los elementos centrales de una historia que transcurre lentamente y en la que parece que no ocurre nada, excepto la vida, la vida sencilla y extraordinaria de un ser humano cualquiera y a la vez excepcional.

Con la sensibilidad y la prosa impecable del autor del ya clásico La nieta del señor Linh, nos encontramos ante el mejor y más discreto canto a la amistad que yo he leído en mucho tiempo. Con ciertas dosis de lirismo e incluso de humor y un final sorprendente, terminé de leer el libro con la absoluta convicción de haber dejado crecer en mi interior a un ser humano nuevo y vibrante, como el que acoge en su interior el árbol de los toraya.