viernes, 20 de enero de 2017

LA CASA Y LA ISLA

Dice Leonardo Padura en la faja que envuelve a este libro: "los ladrillos del azar, ajustados con el cemento de la ironía, levantan esta magnífica e irreverente novela de Ronaldo Menéndez". Y siento que describe muy bien en pocas palabras el contenido de este libro que, en muchas ocasiones, se vuelve taquicárdico.

El debate sobre la realidad política, económica y social en Cuba siempre ha estado muy polarizado. Dentro no había libertad de expresión, por lo tanto todo era percibido como una consecución interrumpida de logros. Sin embargo, los que tuvieron que emigrar y perdieron sus posesiones se establecieron principalmente en Miami y demonizaron todo lo que se hacía en la isla (aunque algunas cosas se hicieran bien como construir una sanidad y una educación gratuita que ningún país americano tenía). Pero la gestión acabó siendo tan nefasta y las libertades tan reprimidas que difícilmente se podría hacer una valoración positiva, al cabo de tantos años de dictadura.

Desde este lado del Atlántico tengo la impresión de que no hemos conocido suficientemente la realidad del pueblo cubano. Sabíamos de su carácter caribeño, entusiasta, ligero, alegre, afectuoso, cálido y oportunista, pero poco más. Ronaldo Menéndez nos introduce en su isla, en sus instituciones, en la vida de su gente tan variopinta, desde el punto de vista de una familia santera que en su seno tiene a cuatro hijos de lo más dispares: un delincuente vocacional, otro que le sigue por complicidad, una jinetera y el gran personaje de este relato, Montalbán, un admirador de la revolución que siente que esta le ha salvado la vida varias veces, llega a ser médico y mientras tanto, participa en un grupo literario poético.

A través de los personajes tan bien perfilados, con tantos matices, una se pregunta: ¿cómo es posible que en una misma familia con los mismos genes y el mismo entorno social se desarrollen personalidades tan diferentes como Montalbán y sus hermanos? Es una pregunta que, fuera de esta historia, me he hecho muchas veces y para la que no tengo respuesta.

Una anécdota apasionante que nos ofrece esta novela: Fidel Castro, aprovechando una serie de circunstancias, excarceló a miles de delincuentes dándoles permisos para que pudieran viajar a Perú o Miami sin posibilidad de retorno, librándose así de esos indeseables y entregando lo peor de su país a los degenerados capitalistas. 

Anabela y Rebeca son los personajes femeninos de esta novela, a través de los que se retrata la historia de la postrevolución en el ámbito del ardor caribeño, en una Habana decadente y bohemia, de burguesía comunista y canalla. Pertenecen a una generación de jóvenes que no formaron parte de la Revolución pero que heredaron de sus padres los mitos y realidades de una sociedad que soñó con construir un mundo mejor y se vio envuelta en las mezquindades y prejuicios de una dictadura.

La relación entre Anabela y Rebeca ejemplifica perfectamente las variables infinitas de los trasiegos y escarceos amorosos adolescentes en el Centro Lenin, el más importante bastión de la educación al más alto nivel, adonde solo llegan los mejores alumnos, los de más alto rendimiento y en el que rige un autoritarismo carcelario. Allí las hormonas estallan entre prohibiciones de todo tipo: no se puede escuchar música rock porque es imperialista, no se pueden mantener relaciones de pareja, no se puede beber. Y cuando todo está prohibido, quien puede (generalmente los hijos de los poderosos) se salta todas las normas y transgrede todo lo que haga falta. El hijo del Che Guevara es uno de esos ejemplos paradigmáticos.

Tenemos muchos centímetros de piel que necesitan del placer de la ternura, de la sensualidad y de la sexualidad para sentirse en plenitud física y emocional y las formas de alcanzarla son infinitas y no siempre recorren los caminos que nos han trazado. Los personajes de Anabela y Rebeca son tan intensos que cuando el relato se va por otros derroteros y deja a estas dos muchachas en espera, las echamos de menos, queremos saber qué ha sucedido con ellas y vemos que nos quedan muy pocas páginas y nos tememos lo peor... Pero la acción se intensifica de tal forma que cuando llegamos a la última página y cerramos el libro, toda la historia cobra vida dentro de nosotros y nos ha cambiado, ya no podremos ser los mismos que la empezamos. Una fantástica novela que hace años llevaba echando en falta, sin saberlo.



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