jueves, 10 de noviembre de 2016

EL INTÉRPRETE DEL DOLOR (Firma invitada)

Hay una literatura, que yo llamo del desastre, que tiene la cualidad de hacer que quiera más a la gente a la que quiero. Esa literatura que es tan humana que es capaz de enganchar con lo profundo que hay en mí, zarandearlo y ponerlo delante de mis ojos con otra nueva luz, una perspectiva diferente. Estas palabras las usé hace una semana cuando leí el primer relato de El intérprete del dolor, el último libro de Jhumpa Lahiri que publica la editorial Salamandra. A pesar de estar casi recién salido de la imprenta, se escribió en 1999, cuando la autora, de origen bengalí pero nacida en Inglaterra y criada en Estados Unidos, tenía treinta y dos años y había acumulado muchas historias cotidianas para escribir y reunir en un compendio maravilloso. Esa primera impresión que me quedó del relato “Una anomalía temporal”, es la que se ha mantenido a lo largo de la lectura de todas las historias.

Reconozco que he empezado con la literatura de Jhumpa Lahiri tarde. Me la han recomendado mucho dos grandes lectores, uno de ellos especialista en cine y literatura indios; el otro, lector empedernido de cuyo criterio me fío siempre. Me hablaron de ella con entusiasmo y me lancé a la estantería de novedades cuando vi su último libro. No fue hasta varios días después de traerlo a casa cuando lo empecé y descubrí que se trataba de relatos. Me sumí en un pequeñito desasosiego porque nunca leo relatos, no me terminan de convencer del todo. Pero la atracción por la figura de esta autora pudo más y su prosa me retuvo del todo.

Los nueve relatos que componen el libro tienen como protagonistas a hombres o mujeres bengalíes, bangladesíes o indios. Además, los sentimientos de soledad y desarraigo recorren todas las páginas del libro. Todos son relatos del desastre de alguna u otra manera. A veces el desastre se suaviza con el tiempo hasta que parece como si nunca hubiera existido; en cambio, en ocasiones, el desastre mata interiormente a los personajes, quizás momentáneamente, o quizás para siempre, pero los vuelve seres nuevos que deben descubrirse a sí mismos con otras máscaras o en otras realidades.

Los relatos que abren y cierran el libro son para mí los más redondos: la historia de un desamor que guarda un secreto nunca revelado y que acaba saliendo a la luz como una especie de venganza, y la historia del joven de Calcuta que recuerda su juventud, su matrimonio concertado y su vida como un deambular por tres continentes diferentes. Y el relato que da título al libro cuenta la historia de un guía turístico cuya profesión es la de interpretar el dolor de los pacientes de un médico que no conoce la lengua de la zona donde trabaja; el intérprete se ve invadido por la vana ilusión de entablar una relación epistolar con la mujer indoestadounidense de una familia a la que lleva de visita por Konark. Parece una historia sencilla, pero en su sencillez reside la humanidad y la universalidad. Porque todas y cada una de ellas, vidas que transitan en algún momento por la soledad, son nuestra vida o la vida de alguien que está muy cerca de nosotros.

Mi primera lectura de Jhumpa Lahiri ha sido del primero de los libros que publicó. Sin embargo, para entonces, su voz ya había alcanzado un tono, una calidad y una universalidad que podrían resultar poco creíbles en unos relatos de carácter tan localista. Estoy emocionada con esta lectura y con ganas de lanzarme a leer sus novelas, entre otras, The Namesake, obra en la que se basa la maravillosa película del mismo nombre dirigida por la cineasta Mira Nair.



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