lunes, 28 de noviembre de 2016

155. SIMÓN RADOWITZKY

Simón Radowitzky fue un anarquista ruso de origen judío. De adolescente hizo de enlace sindical en varias fábricas en el sur de Rusia y con apenas catorce años participó en la revolución fallida de 1905 hasta que, buscado por la policía secreta zarista, se vio obligado a huir a Argentina. En Buenos Aires entró a formar parte de los círculos anarquistas y sufrió la brutal represión de la policía durante la llamada Semana Roja en 1909, en la que murieron asesinados decenas de manifestantes que celebraban en las calles el 1 de mayo. Pocos meses después organizó en solitario el atentado que acabó con la vida de Ramón Falcón, jefe de la policía y responsable de la represión de los sindicatos y de las matanzas indiscriminadas de la Semana Roja. Radowitzky fue detenido y condenado a pena de muerte, conmutada en cadena perpetua por no haber cumplido aún dieciocho años. De los veintiún años que pasó en el penal de Ushuaia, en los confines argentinos de Tierra del Fuego, Simón Radowitzky, el preso 155, permaneció casi la mitad en celdas de aislamientos, las llamadas "heladeras", y, a la vez que sufría continuas torturas por parte de sus carceleros y contraía tuberculosis, se convirtió en un símbolo de las protestas obreras anarquistas en todo el mundo. Fue indultado en 1930, tres meses antes de un golpe militar de corte fascista que, sin duda, hubiera acabado con su vida, y, expulsado de Argentina, emigró a Montevideo. Enfermo de paludismo, viajó a España para luchar por la República contra las tropas franquistas, fue internado en un campo de concentración en el sur de Francia, y terminó sus días en México, trabajando en una fábrica de juguetes y editando revistas para el movimiento anarquista internacional. 

Simón Radowitzky se pasó la vida escapando de una jaula a otra. Buscando alguna cuyos barrotes le dejaran respirar y moverse con la libertad necesaria para luchar contra la injusticia. Se convirtió en un mito, muy a su pesar, gracias a su extraordinaria capacidad de resistencia. Mientras sus compañeros de cautiverio morían o se volvían locos, él se aferró a su ideal, a su identidad anarquista, y la convirtió en su escudo contra las palizas y las violaciones, en su arma contra aquellos que querían doblegar lo que representaba y sólo consiguieron destrozar su cuerpo. 

La vida de este anarquista mítico ha encontrado en los dibujos del argentino Agustín Comotto una plasmación a la altura de su intensidad. Me maravillan sus personajes en blanco y negro, perfilados con trazos duros y definidos, y el uso de la acuarela en manchas rojas para expresar dolor o añoranza me parece un recurso de una potencia expresiva fabulosa que no había visto nunca antes. Narrada en flashbacks desde la cárcel de Ushuaia, y tejida en torno a una imaginada historia de amor adolescente con Lyudmila, la joven ucraniana que supuestamente iniciaría a Simón en los ideales revolucionarios, esta historia de un anarquista sin infancia contiene ecos de la propia historia personal del autor. Agustín Comotto también perdió su infancia en huidas varias, hasta que se exilió con su familia a España en 1976, huyendo de la dictadura argentina. También, como Radowitzky, ha tenido una vida errante y ha vivido dentro de distintos tipos de jaulas. 

155 es un cómic poderoso. Importante. Se nota la ambición del autor y su propio dolor en ciertos dibujos y ciertas obsesiones. Es una historia sobre la lucha por la libertad. La lucha por mantenerse firme contra la injusticia, por encontrar un lugar dentro de uno mismo adonde no puedan llegar los golpes ni las ofensas y considerar cualquier sufrimiento como un periodo transitorio hacia esa vida que cualquier ser humano merece, esa "jaula más grande y lo suficientemente infinita como para no encontrar nunca sus paredes". 




viernes, 25 de noviembre de 2016

TAN POCA VIDA

Un relato estremecedor de vivencias masculinas en la voz de una mujer, Hanya Yanagihara, neoyorquina de origen oriental. Ha sido finalista del Man Booker Prize y del National Book Award. Ignoro cómo serán los primeros premios pero dudo mucho que puedan ser mejores que esta novela.

Tan poca vida nos habla sobre la culpa, el abuso y la violación de los menores en seminarios y ambientes de carretera, esa lacra que es la pederastia y a la que hasta hace poco tiempo ni siquiera se le daba un nombre, porque los niños eran propiedades y se hacía con ellos lo que apeteciera. Especialmente en el ámbito familiar, todavía hoy en muchos países sigue sucediendo sin que sean siquiera conscientes del daño físico y moral que ocasionan. Los trastornos mentales, los fantasmas y pesadillas que pueblan las mentes dañadas de estos niños muchas veces impregnan toda su vida.

Pero no todo son dramas. Al tiempo y de manera espléndida, la autora nos acerca a la amistad, la generosidad, al silencio y las emociones, al precio de la vida cuando uno ha dejado de valorarla y, sobre todo, al amor. Al amor en sus distintos matices, que, a medida que la sociedad evoluciona, muy despacito, hacia un mayor y mejor humanismo, quizá pueda ser entendido en toda su diversidad y deje de estar constreñido por los estereotipos mayoritariamente heterosexuales que nos han inculcado. 

A través de siglos nos han trasmitido los límites y las costuras dentro de las que podíamos delimitar los cánones del amor, ese sentimiento tan poderoso que consigue mover el mundo en todas direcciones y que siento que tiene muchos matices todavía poco explorados. Hanya Yanagihara introduce aquí una relación de amor entre dos hombres que se adentra en territorios poco transitados con una intensidad que nos conmueve hasta las lágrimas. 

El mejor regalo para las próximas navidades: mil páginas que nos regalan emociones, reflexiones y sentimientos impagables.



martes, 22 de noviembre de 2016

LA PIEDRA OSCURA

Miro su fotografía y me lo imagino con Lorca. Trotando por media España con La Barraca, llevando a Lope y a Calderón por pueblos y ciudades. Con apenas veinte años, prendado de Lorca. Embriagado de Lorca. Sin creerse ese fuego que le ha nacido nuevo en venas desconocidas, él, que siempre había ido con chicas, muerto de vergüenza ahora al verse convertido en la sombra enamorada de ese hombre. Pero qué hombre. Qué pasión. Qué versos le escribe. Sonetos del amor oscuro, amor extraño e imparable, amor-vendaval que todo lo arrasa, dulce y terrible. Para Rafael, cartas y versos. Y amor en camas de hotel, cuerpos enlazados en la clandestinidad, "¡Oh gruta de algodón, penumbra y llama!"

Pero qué hacer, cómo ser siempre la sombra del gran hombre. Ahí va ese chico, pegadito a Federico, escucha Rafael que murmuran a su paso. Y se va de vacaciones cuando toda España tiembla, violenta y descontrolada como su amor por el poeta, en el verano de 1936. Se va y le deja en Madrid, sin saber que ya no volvería a verlo, sin saber que ya no volvería a amar y que le sobreviviría exactamente un año, hasta el 18 de agosto de 1937, cuando murió desangrado en el Hospital Militar de Santander, tras haber sido herido en el frente adonde se fue a luchar, quizá, para vengar la muerte de su amante, de su poeta, o para olvidarlo todo y dejarse llevar por un mundo convertido en infierno. 

Esta pieza teatral de Alberto Conejero recrea lo que pudieron ser las últimas horas de Rafael Rodríguez Rapún, último amante de Federico García Lorca e inspirador de los Sonetos del amor oscuro. Herido de muerte en el transcurso de un ataque aéreo, su tenso diálogo con su carcelero desvela su trabajo como secretario de La Barraca, su compromiso con los valores de la República y su amor por el gran poeta, que abandonó en Madrid el verano que lo mataron y al que no pudo proteger de sus asesinos. Por estar con él, no se fue Federico a Argentina cuando Margarita Xirgu se lo pidió. Rafael, su amor, le dejó solo y lo mataron. ¿Puede alguien perdonarle eso? ¿Cómo ha podido seguir viviendo desde entonces? 

Federico García Lorca y Rafael Rodríguez Rapún

Federico le dejó a Rafael dibujos, fotos, cartas y manuscritos desaparecidos durante el asedio a Madrid en la Guerra Civil. De su amor está publicado poco más que los seis sonetos.Y es imperdonable que algo así no se sepa, que no se escriban libros sobre ello. Que Lorca siga enterrado en una fosa sin nombre y que los asesinos lograran reunir a un país entero de cómplices para su pacto de silencio. Esta pieza de Alberto Conejero es emocionante. Emociona su pasión, la tensión de los dos personajes siempre a punto de saltar en pedazos, la ternura, también, cuando aciertan a dialogar y dejan el miedo por la compasión o el entendimiento. Ambos víctimas de un país enloquecido, saturado de dogmas y muerte, podrido de violencia e impunidad. La poesía de Lorca está en las frases de Rafael, en sus súplicas y en sus recuerdos. Y con ella, el autor pone nombre a este amor, el último, el más intenso de nuestro poeta más universal, para que no se olvide su nombre perdido en alguna maleta llena de papeles viejos. 

Nombrar las cosas para que no desaparezcan. Traerlas a la luz. A los libros. A la verdad. Porque, por mucho que les pese a los que desprecian la memoria histórica, los cadáveres no se han ido. Siguen ahí, en sus cunetas, cada uno con una herida, un nombre y un apellido. Y no van a desaparecer mientras haya alguien que quiera contar su historia. 

La piedra oscura está en cartel hasta febrero.
Sin memoria no hay vida. Ni justicia.
No se la pierdan.




jueves, 17 de noviembre de 2016

PATRIA

No basta con matar. El muerto tiene que escarmentar. Tiene que avergonzarse, mientras se pudre. Tiene que ser testigo de cómo se escupe sobre su nombre. De cómo se insulta su memoria. 
No basta con matar un cuerpo. Hay que matar lo que representa. Silenciar lo que se dice de él. Borrar lo que se dijo de él. Como a un traidor en una guerra, sin cuartel, hay que expulsarlo de esta tierra para siempre. Y no sólo a él, a sus familiares también. Sus posesiones. Sus vínculos. Y a todos los que sean como él y se nieguen a colaborar con la causa. Con la lucha de este pueblo por sus derechos. Por su dignidad. Por su libertad. 

En algún momento de los años setenta, o incluso ya entrados los ochenta, buena parte de la población vasca se dividió en dos bandos: los abertxales y los españolistas. O estabas con unos o estabas con otros. Si estabas con los primeros, tenías que asistir a manifestaciones por la independencia de Euskadi, agitar la ikurriña con pasión, hablar euskera, apoyar la lucha armada y odiar a los españolistas. Si estabas con los españolistas, tenías que condenar los atentados, defender la unidad de España, hablar sólo castellano y odiar a los abertxales. El fervor nacionalista polarizó la sociedad vasca y dividió a la gente en función de su lengua, origen, nombre e ideología. Y quien no tenía ideología tuvo que hacerse con una a toda prisa o marcharse adonde no se le exigiera una demostración pública de sus filias políticas. 

Toda lucha por la libertad necesita sus traidores y, en poco tiempo, muchos pueblos señalaron entre sus vecinos a sus víctimas propicias: generalmente, empresarios que se negaban a pagar el impuesto revolucionario, simpatizantes declarados de partidos no nacionalistas o redactores de periódicos contrarios al independentismo. Convertirse en traidor era muy fácil. Bastaba con no apoyar públicamente a ETA. Primero aparecían unas pintadas en la calle. Acusaciones anónimas. Luego los vecinos te retiraban el saludo. Te rayaban el coche. Y así, poco a poco, la espiral de violencia podía acabar con tu exilio o con tu muerte, sin que nadie se sintiera verdaderamente responsable. "Fulano hace un poco, mengano hace otro poco y, cuando ocurre la desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente responsable porque, total, yo sólo pinté, yo sólo revelé dónde vivía, yo sólo le dije unas palabras". 

Nadie se hace responsable pero todos defienden a sus muertos como héroes. Entran en las casas, sacan el luto de las familias por las calles y venden su dolor en los escaparates de la opinión pública como trofeos de la lucha. Razones para continuar. Para vengarse. Para seguir tratando de imponer, cada bando por su lado, su idea de justicia. "Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se "moriría". Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes?, como los usan a todos". 

Dos familias protagonizan este libro. Dos familias unidas por una amistad muy estrecha que el auge del nacionalismo rompe en mil pedazos. Un asesinato. Una reivindicación. Un exilio forzoso. Y una madre y sus dos hijos pasan a convertirse en "satélites de un hombre asesinado". Ya es duro sufrir la pérdida de un familiar. Pero si tu duelo pasa a formar parte de un trauma público, enquistado en la política y la sociedad que le rodea, con sus manipulaciones mezquinas y sus mercadeos con la muerte, el dolor se vuelve inmanejable. Saber que unos encapuchados han matado a tu marido o a tu padre por negarse a financiar la lucha armada, te destroza. Pero vivir con la constatación diaria de que decenas de miles de personas consideran legítima esa muerte, puede volverte loco. E ilustra cómo la necesidad de pertenencia a un colectivo determinado puede hacer creer a las personas que tienen derecho a decidir la vida o la muerte de los demás.  

Patria es un monumento literario a la historia reciente de Euskadi. A esos años de violencia y tensión que fracturaron una sociedad y cuyas secuelas aún palpitan en muchos rincones, con las heridas abiertas. Es una descripción de cómo la violencia ideológica puede acabar con las relaciones personales y transformar la convivencia en odio por los motivos más espurios. De cómo una idea puede convertirte en el asesino de tu mejor amigo. Es un libro abierto, una versión del autor de lo que ha podido ocurrir de puertas para adentro en la intimidad de las víctimas de la violencia ideológica. Y de lo que todavía ocurre, de los pactos de silencio que aún no se han roto porque la gente sigue sin poder remover su pasado, sin atreverse a hablar de lo que hicieron, ahora que las motivaciones que legitimaban aquellos actos van poco a poco perdiendo apoyos y sentido. 

No recuerdo haber leído ningún libro tan potente, tan intenso, tan plural y tan visceral en años. Es una bomba, un puñetazo en la historia íntima de Euskadi. Un río de palabras sobre aquello que mucha gente apenas osa nombrar. 
Tardaré bastante tiempo en digerir el impacto. 




lunes, 14 de noviembre de 2016

LA LIBRERÍA PERDIDA

Los que amamos los libros y dedicamos nuestra vida profesional a ellos, desarrollamos una especial sensibilidad hacia los libros que hablan de librerías y de libreros. Este precioso cuento ilustrado para niños (a partir de siete años, aproximadamente) me descubre a una escritora, Aurora Ruá, que también, como nosotros, desarrolla su trabajo en una librería (ella en Valencia, especializada en Arte y libros ilustrados).

Las ilustraciones de Óscar Perales recrean a una niña llamada Marta, en un pueblo sin horizontes, y a un librero que le descubre la magia de la literatura. Le muestra un libro y le dice: "si lo lees, te adentrarás en un mundo nuevo, lleno de lugares que se harán tuyos, tan íntimos que no dudarás haber pisado..., de historias ajenas que se entrelazarán a la tuya como la hiedra a un árbol, de manera que no sabrás dónde acaba una y donde empiezan otras. De personajes desconocidos a los que acabarás amando, y que a partir de ese instante, te acompañarán siempre... de momentos futuros ya vividos y de momentos pasados por venir, de forma que no sabrás lo que es soñado o recordado. Un mundo, en definitiva, del que no podrás regresar".

Creo que es una definición clara y bella de lo que significa la literatura para los que disfrutamos de ella y un regalo precioso por la calidad de su presentación y de sus ilustraciones. 



jueves, 10 de noviembre de 2016

EL INTÉRPRETE DEL DOLOR (Firma invitada)

Hay una literatura, que yo llamo del desastre, que tiene la cualidad de hacer que quiera más a la gente a la que quiero. Esa literatura que es tan humana que es capaz de enganchar con lo profundo que hay en mí, zarandearlo y ponerlo delante de mis ojos con otra nueva luz, una perspectiva diferente. Estas palabras las usé hace una semana cuando leí el primer relato de El intérprete del dolor, el último libro de Jhumpa Lahiri que publica la editorial Salamandra. A pesar de estar casi recién salido de la imprenta, se escribió en 1999, cuando la autora, de origen bengalí pero nacida en Inglaterra y criada en Estados Unidos, tenía treinta y dos años y había acumulado muchas historias cotidianas para escribir y reunir en un compendio maravilloso. Esa primera impresión que me quedó del relato “Una anomalía temporal”, es la que se ha mantenido a lo largo de la lectura de todas las historias.

Reconozco que he empezado con la literatura de Jhumpa Lahiri tarde. Me la han recomendado mucho dos grandes lectores, uno de ellos especialista en cine y literatura indios; el otro, lector empedernido de cuyo criterio me fío siempre. Me hablaron de ella con entusiasmo y me lancé a la estantería de novedades cuando vi su último libro. No fue hasta varios días después de traerlo a casa cuando lo empecé y descubrí que se trataba de relatos. Me sumí en un pequeñito desasosiego porque nunca leo relatos, no me terminan de convencer del todo. Pero la atracción por la figura de esta autora pudo más y su prosa me retuvo del todo.

Los nueve relatos que componen el libro tienen como protagonistas a hombres o mujeres bengalíes, bangladesíes o indios. Además, los sentimientos de soledad y desarraigo recorren todas las páginas del libro. Todos son relatos del desastre de alguna u otra manera. A veces el desastre se suaviza con el tiempo hasta que parece como si nunca hubiera existido; en cambio, en ocasiones, el desastre mata interiormente a los personajes, quizás momentáneamente, o quizás para siempre, pero los vuelve seres nuevos que deben descubrirse a sí mismos con otras máscaras o en otras realidades.

Los relatos que abren y cierran el libro son para mí los más redondos: la historia de un desamor que guarda un secreto nunca revelado y que acaba saliendo a la luz como una especie de venganza, y la historia del joven de Calcuta que recuerda su juventud, su matrimonio concertado y su vida como un deambular por tres continentes diferentes. Y el relato que da título al libro cuenta la historia de un guía turístico cuya profesión es la de interpretar el dolor de los pacientes de un médico que no conoce la lengua de la zona donde trabaja; el intérprete se ve invadido por la vana ilusión de entablar una relación epistolar con la mujer indoestadounidense de una familia a la que lleva de visita por Konark. Parece una historia sencilla, pero en su sencillez reside la humanidad y la universalidad. Porque todas y cada una de ellas, vidas que transitan en algún momento por la soledad, son nuestra vida o la vida de alguien que está muy cerca de nosotros.

Mi primera lectura de Jhumpa Lahiri ha sido del primero de los libros que publicó. Sin embargo, para entonces, su voz ya había alcanzado un tono, una calidad y una universalidad que podrían resultar poco creíbles en unos relatos de carácter tan localista. Estoy emocionada con esta lectura y con ganas de lanzarme a leer sus novelas, entre otras, The Namesake, obra en la que se basa la maravillosa película del mismo nombre dirigida por la cineasta Mira Nair.



lunes, 7 de noviembre de 2016

ROBERTO INNOCENTI. EL CUENTO DE MI VIDA

Cuando vi el nombre de Innocenti en un libro que no era de ilustraciones infantiles me quedé muy sorprendida. Siempre he asociado ese nombre al que, en mi opinión, es el mejor ilustrador del mundo. Lo descubrí a finales de los ochenta en un maravilloso cuento que se llamaba Rosa Blanca, hablando de los nazis a los niños, y me impactó por el mensaje y sobre todo por la calidad de esas minuciosas ilustraciones realistas.

Años más tarde, la versión de La Cenicienta, original y divertida, recreando la alta sociedad inglesa, me pareció una obra de arte llena de ironía. Luego vinieron El cascanueces, Pinocho, Canción de Navidad, y todas me confirmaron en mi idea inicial: era el mejor ilustrador que yo había conocido.

Ahora Rossana Dedola le hace una entrevista en su estudio de Florencia, donde nos cuenta su trayectoria profesional y también algunos datos personales curiosos, como el de que su matrimonio por lo civil le costara su empleo en aquellos años de intolerancia religiosa, de los que todavía quedan tantos resabios. Un valor añadido de esta interesante entrevista son las 23 ilustraciones que vienen al final y nos permiten disfrutar del arte de Innocenti.

La  editorial Kalandraka ha publicado sus obras más recientes, desde La historia de Erika hasta La niña de rojo, en las que se aprecia la evolución de este fantástico ilustrador. 

Gracias, amigos de Kalandraka, por hacernos disfrutar de tantos libros exquisitos y, en este caso, además, por acercarnos a la personalidad de uno de los artistas gráficos más importantes de la historia del diseño y la ilustración.



miércoles, 2 de noviembre de 2016

Escritora del mes: Mary Beard

Mary Beard recibió hace unas semanas el Premio Princesa de Asturias. Es catedrática de Clásicas en Cambridge y una de las más reconocidas historiadoras del mundo en su campo. El mundillo académico, como tantos otros, es un coto privado de hombres, por lo tanto, que una mujer sea su referente global es una excelente noticia. Pero lo mejor es que Mary Beard es lo opuesto a lo que estamos acostumbrados a encontrar en un historiador: es mujer, es divertida, es feminista, viste de forma desenfadada (para muchos, estrafalaria) y le gusta tratar a Cicerón más como a un colega que como a una eminencia (trato que Cicerón no aprobaría, por cierto, ¡es una mujer!). El desparpajo de esta señora es un soplo de aire fresco en los rancios círculos de los historiadores. Y su relato de la historia de Roma es un diálogo divertido, refrescante e inteligentísimo entre su cabeza privilegiada y las fuentes escritas, en el que admira y saca los colores por igual a los historiadores antiguos con su mezcla de rigor y descaro.

Mary Beard

Quizá muchos se pregunten cómo puede una persona dedicarse exclusivamente a estudiar la historia de la Roma antigua. Con lo lejos que queda, ¿verdad? Mary Beard también se lo ha preguntado. Y sus libros son una forma de traer aquel mundo tan lejano hasta nuestros días para demostrar que muchas de sus ideas y formas de vida no sólo no están tan alejadas de las nuestras, sino que las sustentan y explican. Un sólo ejemplo: las mujeres en el siglo I a. C. podían poseer propiedades por derecho propio, comprar y vender bienes y acciones, heredar o hacer testamento y divorciarse con relativa facilidad; muchos de los derechos que las mujeres españolas no consiguieron hasta la década de 1970. Por supuesto, no todo eran derechos en el mundo romano. Los romanos, sin duda, no son un ejemplo, pero nos enseñan muchas cosas. Muchas de sus ideas nos parecen injustas y sádicas, y otras, sin embargo, escandalosamente modernas. Nuestra forma de entender el poder, la ciudadanía, la responsabilidad, la violencia política, el lujo, la tolerancia y la belleza es heredera directa de aquella civlización, y Mary Beard nos muestra que dialogar con los clásicos no solamente es divertido y apasionante, sino que nos enseña muchas cosas de nuestra propia manera de ver el mundo.

Por todo esto (y mucho más) vamos a dedicarle a Mary Beard un espacio propio en la librería: el altarcito laico de "escritora del mes". Para que la gente la vea, para recomendarla, para hablar de ella y de su último libro, SPQR, que hemos recomendado en este blog y que ya va por su tercera edición, y para reivindicar la rabiosa actualidad de aquellos romanos que, como decía Astérix, estaban verdaderamente locos, pero no dejan ni un segundo de fascinarnos. 


martes, 1 de noviembre de 2016

SPQR

En uno de los primeros exámenes en la facultad me preguntaron algo sobre la fundación de Roma, su datación y sus repercusiones. Recuerdo que por entonces me lo tomaba muy en serio y me esmeraba en redactar con claridad todo aquel embrollo de Rómulo y Remo y la política de raptos y violaciones en masa como método para conseguir ciudadanía. De hecho, no se me ha olvidado aquella fecha, 753 a. C. Hoy me pregunto si los profesores disfrutaban confundiéndonos, si se irían después de clase a sus despachos riéndose maliciosamente por hacernos creer que lo que nos contaban eran hechos históricos. O si por el contrario se creían todo aquello, si pensaban que Eneas era de carne y hueso y había vuelto efectivamente de la Troya de Homero, prolongando su vejez unos quinientos años para fundar después la ciudad de Roma. Me pregunto si de veras creían que las ciudades se fundan, así, por decreto, o que los famosos gemelos sobrevivieron gracias a una loba de pezones acogedores. 

Es curioso cómo lo que nos cuentan en nuestra formación académica se nos queda ahí incrustado y lo difícil que es después desembarazarnos de ello. Por eso, aunque todo el mundo sepa que ciertas cosas no pudieron suceder tal y como nos las contaron por simple sentido común, viene muy bien que alguien autorizado nos lo diga y aproveche el detalle concreto para poner en duda todo el contexto que lo sustenta. "El trabajo de un historiador, y más si su campo es el mundo antiguo, es tratar de diferenciar entre hecho y fantasía", dice Mary Beard. Yo añadiría: diferenciar entre lo que es probable y lo que es improbable. Porque ya se sabe que el pasado es en realidad el relato de ese pasado. Y todo los relatos construyen, asocian e inventan la realidad que quieren contar. Una de las razones por las que me gustan tanto los libros de historia es esta: enseñan a desconfiar del pasado tal y como nos ha llegado y a dialogar con lo que posiblemente fue, en vez de asumir lo que sus protagonistas insisten en hacernos creer. Sirve para aprender historia antigua, por supuesto, pero también para comprender por qué aquel político ha mencionado a sus abuelos para insultar a otro político. Y sobre todo, para comprenderse mejor a uno mismo y establecer una relación con el propio pasado, y su relato, lo más flexible y dialogante posible. 

Mary Beard recibió hace unas semanas el Premio Princesa de Asturias. Es catedrática de Clásicas en Cambridge y una de las más reconocidas historiadoras del mundo en su campo. El mundillo académico, como tantos otros, es un coto privado de hombres, por lo tanto, que una mujer sea su referente global es una excelente noticia. Pero lo mejor es que Mary Beard es lo opuesto a lo que estamos acostumbrados a encontrar en un historiador: es mujer, es divertida, es feminista, viste de forma desenfadada (para muchos, estrafalaria) y le gusta tratar a Cicerón más como a un colega que como a una eminencia (trato que Cicerón no aprobaría, por cierto, ¡es una mujer!). El desparpajo de esta señora es un soplo de aire fresco en los rancios círculos de los historiadores. Y su relato de la historia de Roma es un diálogo divertido, refrescante e inteligentísimo entre su cabeza privilegiada y las fuentes escritas, en el que admira y saca los colores por igual a los historiadores antiguos con su mezcla de rigor y descaro.

SPQR es una historia de Roma en seiscientas páginas. ¿Qué decir sobre los casi diez siglos de historia (desde los inicios en el siglo VIII a. C. hasta el 212 d. C., año en que el emperador Caracalla concedió la ciudadanía a todos los habitantes del Imperio Romano) que recoge este libro? Por supuesto, por él desfilan los grandes personajes que aparecen en las guías turísticas, las grandes batallas y los grandes acontecimientos. Sin embargo, no se puede comprender la historia de una civilización solamente a través de las biografías de sus hombres ilustres. Sería como leer una biografía de Franco y pensar que ahí están las vidas de nuestros padres y abuelos. Conocer la vida de los grandes hombres (nunca de las mujeres, por cierto) no nos permite casi nunca ver de cerca el mundo en el que vivieron. Cómo eran las calles, a qué olían los portales de las casas, cuánto costaba una barra de pan o qué peligros conllevaban los embarazos. Lo cierto es que la población no notaba grandes cambios entre un gobierno y otro. El 99% de la población vivía al margen de las intrigas palaciegas y las grandes gestas, que ocupan a su vez el 99% de lo que nos cuentan los relatos contemporáneos y los libros de historia tradicionales. 

Una vez que sabemos lo que las fuentes nos quisieron contar, una vez que hemos aprendido de qué va la función, es mucho más interesante y divertido levantar una esquinita del telón y curiosear entre bambalinas. Ver a las mujeres y a los esclavos, a los indigentes y a los niños no deseados berreando desconsolados en los vertederos. Arrojar algo de luz en toda esa zona de sombra que ocupa la inmensa mayoría de la población y que constituye la verdadera esencia de esta civilización tan revolucionaria y asombrosa. Ahí es donde se suele cocer lo más jugoso de las historias y donde Mary Beard nos lleva con su mirada. Con muy pocos restos arqueológicos, sin apenas fuentes escritas, sin testimonios de primera mano, la vida cotidiana en la época romana es esencial para comprender su civilización. Y sin ella, su historia se queda en poco más que una consecución de batallitas más o menos emocionantes de unos hombres obscenamente ricos.

Los romanos no son un ejemplo pero nos enseñan muchas cosas. Muchas de sus ideas nos parecen injustas y sádicas, y otras, sin embargo, tan modernas que hasta finales del siglo XIX no se han dado las circunstancias necesarias para poder recuperarlas. Nuestra forma de entender el poder, la ciudadanía, la responsabilidad, la violencia política, el lujo, la tolerancia y la belleza es heredera directa de aquella civilización, y Mary Beard, con este libro excepcional, nos muestra que dialogar con los clásicos no solamente es divertido y apasionante, sino que nos enseña muchas cosas de nuestra propia manera de ver el mundo.

Mary Beard