martes, 21 de junio de 2016

LA NOCHE DE LOS NIÑOS

Toni Morrison es una institución. Un icono de la lucha contra el racismo en Estados Unidos como pueden serlo Aretha Franklin o Rosa Parks. Sus libros son duros y viscerales y no suelen ofrecer salidas fáciles al desprecio que sufren sus protagonistas. Sin embargo, percibo en ellos la vibrante intensidad de Respect, de Aretha Franklin, ese descaro sonriente de plantear un problema, representarlo en su crudeza y pedir una solución inmediatamente, sin concesiones, por simple sentido común. 

Estados Unidos no es un país acogedor para los negros. La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (de la que hemos reseñado dos libros en este blog) decía que descubrió el color de su piel cuando emigró a América. De repente se dio cuenta de que ser negra la definía como nunca antes lo había hecho. La definía en la suspicacia, en el menosprecio soterrado que se cuela en la cultura y en la sociedad estadounidenses de las formas más sutiles y variadas. La gente la miraba distinto, y no por su acento, por su pelo o por su vocabulario, sino por el color de su piel. Una mujer que recibe actitudes de su entorno que van desde la indiferencia hasta la violencia pasando por todas las gamas intermedias de la hostilidad; una mujer negra a la que castigan por ser negra y que se levanta y sostiene la mirada para desafiar la injusticia: ese es el personaje que lleva Toni Morrison en sus venas y que aparece una y otra vez en sus novelas. 

Bride, la protagonista de su último libro, es una joven veinteañera encantadora, con un físico imponente, precoz empresaria de éxito que disfruta de una variada y fructífera vida sexual y cuenta con el aprecio de su entorno laboral. Sin embargo, no todo fue así. De niña, el desprecio racista entró en sus venas como un veneno, a través de su familia y de la escuela, y tuvo que desarrollar una inmunidad enorme para pasar desapercibida y sentir que, con tal de no ser una "negraca", ya le bastaba para triunfar. Ahora, con su esplendorosa vida adulta, sentirse deseada y explotar la admiración de los demás se ha convertido en su forma de vengarse contra quienes la despreciaban de pequeña por ser negra. Ya se sabe, los negros dejan de ser negros cuando son atractivos. La belleza (y el éxito que conlleva) difumina el racismo de una manera asombrosa. 

Toni Morrison
Pero debajo de la fachada de mujer moderna e independiente, Bride esconde una infancia traumática. Parecida, sin saberlo, a la que esconde Booker, el primer hombre que además de colorear su vida sexual tiene interés en escucharla y contemplar su belleza sin las máscaras que la protegen. Ambos viven aferrados a su pequeña historia de tristeza y sufrimiento sin poder desprenderse de ella. Y allí, en ese pasado dolorido buscan su identidad, aquello que les dé sentido, sin darse cuenta de que la ferocidad con la que luchan contra la violencia que vivieron no hace más que socavar sus heridas sin aportarles consuelo ni identidad en la que refugiarse. 

Son personajes desorientados, lacónicos. A ratos tiernos, a ratos despiadados. Torpes a la hora de intentar ordenar sus emociones para montar un puzle coherente en el que quepa su pasado y que pueda servirles para quererse. Y es esa mezcla de ferocidad e indefensión, de rabia y de ternura, la que me ha vuelto a subyugar en este libro de Toni Morrison: su forma de tratar la violencia sufrida como un elemento ineludible de sus vidas que no puede definir lo que son ni lo que quieren ser. 



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