viernes, 12 de febrero de 2016

ELLA, TAN AMADA

Melania G. Mazzucco ha llevado a cabo una recreación memorable en esta novela inspirada en la apasionada y azarosa vida de Annemarie Schwarzenbach, uno de los personajes más inquietantes de la intelectualidad europea. Escritora, arqueóloga, fotógrafa, periodista, pianista y viajera, excepcional por su valentía, siempre huyendo y también siempre en espera de algo que nunca alcanzó porque una muerte temprana y accidental se la llevó con 34 años.

Su madre Renée, en un fatal juego de espejos, la amó y la odió profundamente, primero haciéndola exactamente como ella hubiera querido ser y después, cuando su hija se manifestó libremente sin prejuicios ni ataduras al convencionalismo de la época, no aceptó sus pasiones y siempre la castigó incluso con violencia, cuando se dio cuenta de que establecía relaciones demasiado íntimas con profesoras, compañeras o primas.

Renée siempre había respetado las apariencias encerrando en el sagrado círculo de lo privado sus secretos, el más importante la relación sentimental que mantuvo con Emmy Krüger, cantante de ópera que formó parte de la familia más tiempo que su propio matrimonio.

Huyendo del papel que su madre le había asignado, tuvo una apasionada relación con los dos hijos de Thomas Mann, Erika y Klaus, y se casó con Claude Clarac, un diplomático francés con el que convivió durante seis meses en Irán y con el que tuvo una peculiar relación casi fraternal. 

Mi primer contacto con Annemarie fue a través de El camino cruel, libro escrito por Ella Maillart donde relata un viaje desde Suiza hasta Afganistán que realizaron estas dos mujeres solas en 1939 en un Ford huyendo de la barbarie nazi que se estaba extendiendo por toda Europa. Como periodistas y fotógrafas, emprendieron un camino de huida, en el caso de Annemarie que pasaba por una etapa de intoxicación por drogas. Parece que hubo una forma de amor platónico.

Es una novela intensa, apasionada, de 560 páginas, que me ha dejado con frecuencia sin aliento y he tenido que aparcarla por un tiempo, sabiendo que no podía dejarla, que me estaba esperando, porque una vida como la de Annemarie no puedes perdértela y si te la cuenta Melania G. Mazzucco, además es una obra de arte.

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