miércoles, 3 de junio de 2015

ENTRE CULEBRAS Y EXTRAÑOS

El protagonista de este libro es un adolescente sensible y enfermizo, "enfadado con la extremada inelegancia del mundo", que ha perdido el control de su vida emocional y cuyo derrumbe parece no tener fin. Desprovisto de la perspectiva o del asidero moral o de lo que sea que nos mantiene cuerdos en medio de cualquier abismo, por terrible que sea, lee a Schopenhauer y mantiene una relación amorosa con una compañera de clase que es a la vez su luz y su tragedia. 
Con una clarividencia dolorosa, asiste impotente a su imparable inmersión en una espiral de enfermedad y al "constante crujidito que hacen los sueños al quebrarse". El amor le expone, le desnuda y le convierte en un ser indefenso y doblegado, vencido de antemano en la inútil lucha de la razón contra el deseo. Y aun así se rebela: contra las restricciones, las prohibiciones, los tabús, contra las normas sociales que parecen prisiones, contra la idea de que cierto amor es perverso. Y no es así, no puede serlo: "la perversión radica en negarse a un sentimiento"

Este libro no es fácil de digerir. Ni de asimilar. No sé cómo explicarlo con otras palabras que no sean las propias del autor. Me siento como si tratara de traducir un poema con una gramática y ortografía peculiares y personalísimas a otro idioma sin poder recurrir a ningún artificio similar. Todo queda pobre y deslavazado, una sombra desvaída en la que cuesta reconocer el cuerpo que la proyecta. 
En ese sentido, el autor ha creado un mundo cerrado en el que me reconozco constantemente pero que sólo acierto a comprender con sus palabras originales. Y así termino, con el narrador hablando de lo que voy a guardar yo de esta historia, "esas imágenes que se te quedan ahí, grabadas y significando cosas durante el resto de tu vida, las entiendas o no".


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