sábado, 27 de septiembre de 2014

EL DEBER

Novela antidictadura, novela moralista, novela de suspense, novela de ideas, novela psicológica, El deber puede ser muchas novelas a la vez. Ludwig Winder la escribió en 1943, desde el exilio, y el lenguaje austero y calmado del relato no hace sino acentuar la apasionada defensa del compromiso político frente a la barbarie. 

El protagonista, Josef Rada, es un burócrata cincuentón, eficaz, humilde y sin ambiciones, cuyo único interés es hacer bien su trabajo y cuidar de su familia. Se dedica a establecer los horarios de los trenes en todo el país para regular de la manera más eficaz los traslados militares alemanes. Baja la cabeza ante los desfiles nazis, procura no llamar la atención, nunca habla de política ni de resistencia y controla su miedo intentando pasar totalmente desapercibido. El instinto de proteger a su familia es mucho más fuerte que el instinto de rebelarse contra los atropellos. Si tuviera que elegir entre la vida de su hijo Edmund y la libertad del pueblo checo, probablemente elegiría la primera, siendo la segunda un concepto ajeno a su comprensión del mundo. Josef Rada no tiene madera de héroe, simplemente es un padre de familia deseoso de darle un buen futuro a su hijo. 

Un día de finales de 1939, después de repetidas protestas estudiantiles en Praga, tropas de las SS ocupan y clausuran todas las universidades, matando a decenas de universitarios y enviando a miles a campos de concentración. Ese día, Edmund no vuelve a casa. Ni al siguiente. Y es en ese momento cuando la vida de Rada se tambalea, cuando el deber que había gobernado su vida, el deber de velar por el bienestar de su familia y desempeñar escrupulosamente su profesión, empieza a resquebrajarse. Su hijo había luchado por una justicia en la que creía, no sólo para él, sino para todos los checos. Su hijo había protestado contra la ocupación alemana y había reclamado su derecho a seguir estudiando medicina y poder aspirar a ejercer su futura profesión en un mundo libre. Y ahora, un nuevo deber más duro se abría paso en el interior de Rada, desplazando su anterior deber de manera tenaz e implacable.
No podía seguir contemplando cómo otros se sacrificaban mientras él, por consideración a su hijo, rehuía cualquier sacrificio. Edmund no quería esa consideración, la despreciaba. Era despreciable si estaba muerto; y también era despreciable si estaba vivo. Los ejecutados cuyos nombres leía Rada cada día en el periódico se lo decían a gritos. Se lo decían con la voz de Edmund. Todos ellos eran Edmund.
Ya no podía proteger a su hijo. Estuviera vivo o muerto, su prudencia no podía salvar ya a nadie. Pero en su trabajo tenía acceso a una información que, en las manos adecuadas, podía, si no cambiar el curso de la guerra, sí causar daños considerables en la maquinaria bélica alemana. 

Ludwig Winder

El deber trata de la transformación interior de un personaje ante una situación límite. Trata de las cosas que podemos tolerar y del momento en que uno decide trazar una línea para decidir cuánta brutalidad puede seguir soportando. Josef Rada es un burócrata gris, anodino y extremadamente meticuloso y obstinado en su trabajo. Y esa meticulosidad y obstinación se convertirán en un arma peligrosísima una vez decida hacer caso a su indignación y la ponga al servicio de una causa colectiva. Liberado del miedo a poner en peligro la vida de su hijo, Rada sentirá que la resistencia activa contra los nazis se ha convertido en una forma de resucitar de entre los muertos, su nueva razón de ser, lo que da sentido a la amargura y al vacío. Impregnado de su nuevo deber, sentirá que su vida, aunque más expuesta a la muerte que la de un soldado en primera línea, se ha vuelto más segura, porque habiendo escapado al peligro de no reconocer su propósito, ya nada terrible o inesperado puede sucederle. 


miércoles, 24 de septiembre de 2014

12 POEMAS DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Kalandraka nos vuelve a deslumbrar con una exquisita edición maravillosamente ilustrada por Gabriel Pacheco que incluye doce poemas de Federico García Lorca: Canción tonta, El lagarto está llorando, Cancioncilla sevillana, Mariposa, La Tarara, Vals en las ramas, Los reyes de la baraja, Escuela, El niño mudo, Caracola, Paisaje y Despedida.

Estas poéticas páginas tan mágicas por el texto y también por las ilustraciones evocaron en mí la urgente necesidad de poder compartirlas con niños de cualquier edad, para intentar que fueran semillas que pudieran propiciar el brote del gusto por la poesía, tan poco desarrollado en estos días.

En palabras de Gabriel Pacheco, "las palabras de Lorca parece que provienen de lugares que no tienen un lugar, que son una hermosa elegía de la imposibilidad". Es la música de su poesía la que nos seduce, el misterio que se esconde, como en Los reyes de la baraja, donde dice: 

Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.

Corre que te pillo,
corre que te agarro
mira que te lleno
la cara de barro.

Del olivo me retiro,
del esparto yo me aparto,
del sarmiento me arrepiento
de haberte querido tanto. 

Y aprovecho para recordar otro texto poético publicado por la misma editorial hace dos años, en este caso prosa poética, un pequeño libro de aventuras llamado EL PASTOR DE NUBES, de Pedro Villar e ilustrado por Miguel Ángel Díez, absolutamente recomendable para estos días de inicio de curso, que nos acerca a la buena  literatura.



(Recomendado por Isabel)

domingo, 21 de septiembre de 2014

NAUFRAGIOS Y RESCATES

La gente me suele hablar de embarazos, de partos, me pregunta cómo ha ido, qué tal ha salido el niño (o la niña), me dan la enhorabuena con sus palmaditas en la espalda y me felicitan por verme, un año más, en tan buena forma. Ya se sabe: sin estrías, sin ojeras, sin cambios de humor, sin depresión postparto. 
Me hace gracia. Sonrío ante la creatividad de las metáforas. 
Y es que publicar un segundo libro es como tener un segundo hijo, pero sin la responsabilidad de educarlo. Ahí está, solito, defendiéndose como puede o como le dejan, en la jungla interminable de libros publicados. 

Es una alegría, qué duda cabe, un pequeño orgullo y una mínima responsabilidad. Al fin y al cabo, una vez lanzado al mundo, este libro, como cualquiera, tiene que defenderse solo. 
Pero si tuviera que decir algo sobre él, si tuviera que explicar la importancia que tiene para mí, resaltaría tres cosas: es un libro sobre la pérdida, pero me hace feliz pensar que al menos una de las personas retratadas en él permanece en mi mundo de una manera rabiosamente activa; se lo he dedicado explícitamente a mi madre porque sin ella yo no escribiría y porque emocionalmente este libro es casi más suyo que mío; y por último, he aprendido que se puede contar una historia más o menos coherente de principio a fin juntando las piezas de puzles que pertenecen a distintas vidas, porque casi todo lo que sentimos, de una manera u otra, nos lleva en una misma dirección.

Gracias a los que leéis esto, ya sea por hábito o por casualidad, y a los que me mostráis diariamente vuestro apoyo con vuestra curiosidad por lo que hago. Al igual que sin labios no habría besos, sin lectores nadie escribiría. 

Os dejo con el principio del libro (y la explicación del contenido). 


Cuando una historia de amor se acaba, 
generalmente la ruptura la divide 
en un antes y un después.
Enamoramiento, expectativas y crisis por un lado, 
decepción, dolor y duelo por el otro.

Sin embargo, a veces, entre el antes y el después
uno permanece en un tiempo detenido,
un ahora tenso y estupefacto 
que parece prolongarse hasta el infinito.
Es el instante moribundo de la pena
en el que el corazón sigue latiendo
pero las horas no pasan,
la vida se aleja de la realidad,
el tiempo se fracciona en parcelas cada vez más pequeñas
y las noches se llenan de preguntas sin respuesta.
El ahora es un grito en el estómago,
una boca abierta a un miedo atávico y paralizante,
la hora violeta de las tragedias cotidianas
que devastan nuestro cuerpo sin descanso,
como la onda expansiva de una bomba íntima
que una y otra vez no dejara de explotar.

Al final siempre se emerge del ahora, 
es un infinito tramposo 
que abruptamente termina
en la curva más inesperada,
en un fuego que te rescata,
en el reencuentro con una amistad perdida.

Este libro cuenta el antes y el ahora,
los naufragios y los rescates 
de una vida que se resiste
a dejarse llevar por la deriva.

Y cuando por fin llega el después,
se encuentra con una hoja en blanco,
con la sonrisa feliz y anhelante
que florece tras la última palabra.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA LUZ ENTRE LOS OCÉANOS

La primera novela de M. L. Stedman no puede ser más prometedora. Esta mujer, abogada nacida en Perth, la ciudad más importante de la costa occidental de Australia, sitúa su relato precisamente en esa zona, donde una isla y un faro serán protagonistas junto al farero Tom, su mujer Isabel y Lucy, un bebé que llega en una barca naufragada a ese rincón del mundo donde la soledad del faro es reflejada por las noches al proyectar su luz sobre el mar, dejando la tierra en la más completa oscuridad.

Una historia intimista con unos personajes muy bien construidos, entre los que destaca Tom, un laureado soldado de la Primera Guerra Mundial que logra salir ileso físicamente pero las secuelas de la guerra se graban para siempre en su alma. Un drama que sucede siempre tras las contiendas bélicas, no sólo a sus protagonistas sino también a sus familias. El trabajo en el faro le ayuda a recomponer su alma herida y conocer a Isabel es el premio merecido, pero todo se va a complicar con la llegada de una balsa naufragada que contiene un cadáver y el cuerpo de un bebé.

Un conflicto entre los sentimientos y las razones en una mirada empática sobre los errores que pueden cometer personas sensibles, éticas y de una lealtad incuestionable que, inducidas por sus emociones, pierden la perspectiva más allá de su pequeño círculo.

Una historia que nos atrapa y leemos de un tirón. Ha sido el Libro del Año en Australia y hay una película prevista sobre la misma. Es muy cinematográfica.

(Recomendado por Isabel)