lunes, 2 de diciembre de 2013

OPERACIÓN DULCE

Qué gozada enlazar varios libros buenos seguidos. Es una sensación de fluidez maravillosa, como acelerar por una avenida desierta de madrugada con todos los semáforos verdes, o descubrir un grupo de música y que te encanten todas y cada una de las canciones. No es habitual, es un pequeño privilegio de la casualidad.
Operación dulce es de los libros más ligeros de Ian McEwan. No tiene la pasión trágica y abrumadora de Expiación ni el deseo siempre reprimido de Chesil Beach. En cambio, es un libro jovial y divertido, con una suave ironía que te sorprende pasando páginas y páginas con una media sonrisita en los labios y la sensación de estar a gusto, de que el señor McEwan te ha prometido hacértelo pasar estupendamente y posee todos los recursos para cumplirlo con creces.

Corre el año 1972 y Serena Frome es una chica guapa de veinte años con muchas ganas de que la quieran. Entres otros pretendientes, se encuentra con la oferta de una misión secreta para el Servicio de Seguridad británico (el MI5) y no duda en aceptarla. Así pues, novela de espías. En la Inglaterra de los años 70 se seguía espiando a los soviéticos (aunque la amenaza nuclear ya se estaba disipando) y empezaban a preocupar seriamente los atentados del IRA provisional. Pero la preciosa Serena no va a convertirse en una agente doble en Moscú ni va a infiltrarse en una célula terrorista de Belfast. Su cometido es mucho más modesto, más insignificante y acorde con lo que se esperaba de las mujeres (y más si eran muy guapas y muy jóvenes) en el MI5 en aquella época: su misión es subvencionar a un escritor emergente cuya literatura tienda a denunciar la represión comunista a través de una agencia tapadera para que el escritor en cuestión no se entere. Reclutamiento encubierto para las filas de la Guerra Fría cultural. Eligen para ella a un profesor de universidad llamado Tom Haley y Serena descubre que se le da muy bien su trabajo. Quizá demasiado bien.

Como decía, una novela de espías en la que no sabes quién espía a quién ni para qué, una novela sobre el arte de escribir novelas y la convicción de poseer una historia que tiene que ser contada, y sobre todo, una historia de seducción sexual encantadoramente explícita y bien contada. Creo que la tensión sexual es un tema recurrente en los libros de McEwan. Aunque en este libro no lo utiliza como elemento perturbador ni doloroso, sino como la celebración de la unión de dos personas, un imán a cuya atracción no pueden resistirse. El sexo como exaltación de una pasión imprudente.

De Operación dulce me gustan la magia de su fluidez (avenidas desiertas con los semáforos en verde), la precisión y la belleza de su lenguaje, el encanto de la historia y de sus personajes, pero lo que es verdaderamente asombroso es el último capítulo. Quizá no debería decirlo, no sea que algún ansioso empiece por ahí y destroce el misterio. Pero no puedo evitarlo, es de los mejores finales de libro que he leído en muchísimo tiempo. Convierte un libro jovial y entretenido en una novela perfecta.

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