lunes, 30 de diciembre de 2013

EL HOMBRE QUE DIJO ADIÓS

Anne Tyler es una de las voces más valoradas e importantes de la novela estadounidense, miembro de la Academia de las Letras Americanas, ganadora de un Premio Pulitzer y un National Book Award, se crió en una comunidad cuáquera en Carolina del Norte y se casó en 1963 con un psiquiatra y escritor iraní. En 1967 se trasladaron a vivir a Baltimore donde todavía reside.

Aaron, el personaje principal de esta exquisita novela es un editor tierno, un poco distante, con dos malformaciones físicas que no interfieren en su vida cotidiana porque ha sabido afrontarlas sin complejos. Transcurre en la misma zona donde reside Anne Tyler y es un perfecto retrato de la clase media estadounidense contado con un cierto humor e ironía, sientes la intimidad de los personajes y el punto extravagante que supone la irrupción de Dorothy, su mujer muerta que se le aparece, o eso cree, en distintos momentos durante la etapa de duelo.

Las relaciones entre los compañeros de esa oficina editorial donde es su hermana la que dirige los movimientos y la reconstrucción de la casa que compartió con su mujer son elementos que nos involucran como testigos privilegiados de unas vidas cotidianas que rezuman ternura. Amena, suave, buena literatura.

viernes, 27 de diciembre de 2013

CONCIERTO DE PIANO

La sensibilidad y la delicadeza oriental se plasman en este precioso cuento para niños, a partir de los 4 años, que cuenta la historia de Momo, una niña pianista que llega al corazón de todas las edades. Escrito por el japonés Akiko Miyakoshi, trata de la emoción y los nervios de un primer concierto de piano y la imaginación que vuela a espacios paralelos donde unos ratoncitos le dan el aplomo y la seguridad para salir airosa de la prueba.

Unos dibujos muy especiales, a carboncillo, con ligeros toques de color que dan profundidad a una historia de perfeccionismo que es bastante habitual en los artistas.

Por asociación de ideas este libro me ha recordado otro para un público mucho más adulto pero también relacionado con la música, muy especial y recomendable: "Cómo ser feliz si eres músico o tienes uno cerca" de Guillermo Dalia. Para los que hemos tenido la suerte de convivir con un músico, nos proporciona orientación y datos para conocer el porqué de algunas características que son habituales en ese mundo maravilloso de la creación artística.

lunes, 23 de diciembre de 2013

EL MISTERIO DEL COMISARIO RICCIARDI

Ya tenemos a la ciudad de Nápoles vestida de todos los colores de las estaciones: tiritando empapada bajo el precario refugio de un portal, floreciendo en la canción a pleno pulmón que sale de la boca roja de una joven lavandera, buscando con una sonrisa explícita el huidizo frescor de la sábana donde prolongar sus juegos de amor, y por último, petrificada de frío en los ojos sin vida de un pobre niño de la calle. El invierno, la primavera, el verano y, ahora, El otoño del comisario Ricciardi, completan el ciclo anual de los casos de este joven inspector que se ha convertido en mi gran amor literario de la literatura policíaca.

Debo reconocer que, hace año y medio, cuando empecé a leer El invierno..., la primera impresión fue de desconfianza. Me gustaba irme hasta el Nápoles de 1931, con su Mussolini y su miseria, me gustaba el lenguaje depurado y melancólico, me gustaban la sencillez y la elegancia del estilo, pero ¿un comisario que tiene el don, o la maldición, de escuchar las últimas palabras de los que han sufrido una muerte violenta? ¿Escucharlas eternamente, cada vez que pasa por el lugar de la tragedia? Para que te tragues algo así tienen que darte algo a cambio, no puede ser gratuito. Es una apuesta arriesgada la del escritor que se atreve a presentarte semejante incongruencia. Apela a tu imaginación, a tu capacidad de soñar, de dejar de lado tu diario materialismo y abrir los ojos a la magia, a lo que no tiene nombre y desbarata tu percepción de las cosas. Apela a las corrientes subterráneas del instinto, a lo que vive en cada uno de nosotros en permanente huida, y que se resiste a ser explicado. Y tiene éxito. Al menos conmigo lo tiene, venció mi resistencia en unas quince páginas y desde entonces me tiene totalmente a sus pies, rendido a las voces moribundas que guían sus pasos y tatúan su vida de tragedia. Entiendo que la apuesta de Maurizio di Giovanni, como toda seducción, es imperfecta, y haya gente que se cierre en banda a la posibilidad de cierta magia en la literatura. Que retire, espantada, todas sus fichas de la partida y no se juegue ni medio céntimo a la jugada de Ricciardi. Yo, si se trata de magia, peco siempre de imprudente y desde aquel inicio de El invierno..., todas mis fichas son suyas.

No es habitual encontrar una belleza musical en la técnica narrativa. Y no me refiero solamente a la sonoridad de las frases o al tintineo de ciertos adjetivos. Es un belleza pulcra y sencilla, despojada de cualquier artificio, que transmite una melancolía lírica sin estridencias, como un aria popular italiana cantada con sentimiento por una joven lavandera. Y esa musicalidad está también presente en la armonía al enlazar los capítulos, en los paralelismos y en las repeticiones, en la sutil simetría de las frases que hace que la historia fluya sin esfuerzo alguno. La fluidez en las novelas me parece un logro superlativo. Me cuesta mucho encontrarla y cuando lo hago, suele ser en escritores relativamente desconocidos o de género, como Stephen King o Amor Towles, o en clásicos de principios del siglo XX, como Edith Wharton o Irène Némirovsky. La mayoría de los libros que leo, incluyendo los libros que más me gustan, parecen estar escritos a trozos. Sé que esto es una perogrullada, nadie escribe un libro del tirón. Pero la magia de la fluidez está en conseguir que lo parezca. Esa maravillosa sensación de que el escritor se ha sentado en su confortable silla, ha sonreído, convencido del poder de su historia, ha alzado elegantemente los brazos y se ha puesto a escribir sin dudar, de un solo trazo, hasta terminarlo. Crear esa ilusión de continuidad me parece algo admirable y raro, y creo que Maurizio di Giovanni tiene esa capacidad.

Hay muchos temas en estos cuatro libros. Hay una infinita compasión por los pobres, por los indefensos de la violencia cotidiana, por los muertos olvidados y sepultados por toneladas de pasiones repetidas. Compasión, también, por el amor asustado que se alimenta de miradas por la ventana, sueños indecisos y tímidas pasiones imprudentes. Hay una brutalidad sistemática por parte del régimen fascista, que corrompe y envilece jugando con el miedo de los que aún tienen algo que perder. Hay también un cinismo contestatario e imprudente que no sabe callarse la rabia y la amargura, que es capaz de cultivar, en la soledad de la noche, una integridad furiosa más poderosa que el terror.

Y hay, sobre todo, un misterio: el propio comisario Ricciardi. Detrás de sus ojos verdes y helados, que parecen ver siempre más allá de las cosas y las personas, se esconde un secreto, algo que los lectores no sabemos, que el propio personaje desconoce y, lo que es mejor, que ni siquiera el autor es capaz de controlar. Es un misterio que se insinúa en su forma de moverse, en su cabeza siempre descubierta en medio de la multitud de sombreros, en su obstinación de permanecer a la intemperie, tanto física como emocional, en lo que desea y lo que teme, en lo que no se atreve a confesarse, en su reticencia y en su elegancia, en lo que intuimos. Y esa es la verdadera fascinación de los libros, el vértigo de su adicción: apela a un misterio interior propio que no soy capaz de descifrar y cuyo poder, con cada parcial resolución de los casos, no hace más que intensificarse. Y mientras tanto, yo sigo arrastrando el montón de mis fichas a su lado de la partida: sé que, salga lo que salga, con Ricciardi siempre gano. 


martes, 17 de diciembre de 2013

CÓMO GOBERNAR UN PAÍS

La primera impresión al hojear este librito de 128 páginas (en edición bilingüe, por cierto) es que lo que dice es muy evidente, muy obvio. Para los que hemos nacido en una democracia, nos parece impensable cualquier otra forma de gobierno. Nos parece de manual de Historia, de algo de otra época. Cicerón vivió en el siglo I a. C. y fue testigo de la degradación de los valores democráticos de la República Romana. De hecho, murió asesinado por orden de Marco Antonio en uno de los crímenes políticos más trascendentes de esos años. A partir de entonces, cuestionar la tiranía mediante la palabra iba a convertirse en una actividad de alto riesgo.

Este librito es una selección de los escritos políticos de Cicerón, que abarcan desde los requisitos necesarios para que un político merezca la responsabilidad de gobernar, hasta los problemas de corrupción, de inmigración o de libertad de expresión que hay que controlar. Todo muy lógico y extremadamente razonable. Pero pocos años después de su muerte, Roma se convertiría en un Imperio y la práctica democrática (aunque fuera una democracia de representación mucho menos directa que la nuestra) desaparecería de Occidente. Durante diecisiete siglos. Diecisiete siglos de política salvaje, amparada en la codicia, en la religión, en la legitimación divina de su tiranía. Desde Augusto a Napoleón, pasando por los Reyes Católicos y Luis XIV, diecisiete siglos durante los que los escritos de Cicerón no fueron más que una utopía. Luego llegaría la Revolución Gloriosa en Inglaterra (1688) y sobre todo la Independencia de EEUU (1776), cuya constitución redactarían prudentes lectores de los escritos políticos de este libro, para traernos de vuelta, muy poco a poco, el que quizá sea el menos malo de los sistemas políticos posibles. 

Si la primera impresión que produce este libro es la obviedad, la segunda es la perplejidad por su modernidad. Ningún político de este país está a la altura de las exigencias de integridad de Cicerón. Éste le sacaría los colores a cualquiera de ellos en un debate en el Congreso. Me atrevería a decir que le dejaría mudo, acomplejado y con ganas de meterse debajo de la cama una temporadita. Y también me parece preocupante que este libro parezca tan obvio. La corrupción, la cobardía y la ambición criminal de una clase política pueden liquidar una democracia de muchas maneras. Para conjurar ese peligro y mantener el estado de alerta, propongo que leamos un poquito a Cicerón, así, como en este libro, a cucharaditas dirigidas. Quién sabe qué diecisiete siglos nos esperan.


viernes, 13 de diciembre de 2013

LA UTILIDAD DE LO INÚTIL

Cada vez que escucho los lamentos sobre el precio de los libros se me llevan los demonios. 
"Es que han subido una barbaridad."
"¿20€? Así no hay quien lea".
"Para eso me compro una revista, que por dos euros me dura casi lo mismo."
Y sobre el infame orgullo de vender libros al peso como si fueran salchichones, este artículo de El País, que viene a darte unas palmaditas en tu hombro desconsolado para decirte: calma, calma, ya pasó, "leer no tiene por qué ser caro". 

La idea de que los libros son caros es relativamente reciente. Desde que los libros pueden piratearse, pagar por ellos se está convirtiendo en un esnobismo. No recuerdo que antes de 2009 viniera gente a por un libro en concreto y se marchara sin él al ver una etiqueta de 18,50€ en la solapa. Sin él y sin vergüenza, más bien con el gesto airado de "a mí tú no me timas". Y como todo lo que se considera caro, ya se empieza a reservar como artículo de regalo. Como un lujo. Y como todo lujo, prescindible. Siempre que veo a alguien renunciar a comprar un libro porque cuesta 20€, pienso que está valorando más su dinero que su inteligencia. Es verdad que leer no tiene utilidad. No se obtienen beneficios cuantificables de la lectura de un libro. Y, al igual que todas las cosas que de verdad significan algo en nuestra vida, leer libros es una actividad total y absolutamente inútil.


Sobre la utilidad de lo inútil trata este librito de Nuccio Ordine que os quiero recomendar hoy. (Por cierto, es novedad, tiene 170 páginas y cuesta 9,50€, no creo que nadie pueda dudar a priori de la relación calidad-precio de este delicado y sutil "salchichón".)
Una de las tesis que propone Ordine es que todo lo útil nos vuelve esclavos de algo. Basamos nuestra existencia en obtener un beneficio. Todo lo que hacemos tiene un fin concreto y material. Dormir, comer, trabajar, negociar, vender, comprar, vivimos dominados por la utilidad de las cosas. Y al convertir lo útil en lo necesario, por inercia o por comodidad, ya no podemos prescindir de ello. 

Esto es muy evidente en la educación. Las asignaturas útiles se priorizan (matemáticas, lengua) y las inútiles se desprecian (música, plástica). Los padres se indignan cuando un libro de texto de plástica cuesta lo mismo que uno de lengua. Dan por supuesto que tiene que tener menos valor puesto que lo que contiene carece de él. O cuando su hijo suspende una de esas asignaturas artísticas llamadas "marías", vacilan entre reírse de la travesurilla del crío o indignarse con el profesor que se cree que puede suspender a alguien en su asignatura inútil. Importan los hechos, siempre los hechos. El mercader de Venecia es un hecho. La expulsión de los judíos de España es un hecho. El teorema de Pitágoras en un hecho. Hechos muertos e inmutables que nada tienen que ver con nosotros, que no nos incumben como personas. Pequeñas islas de conocimiento en el infinito mar de nuestra ignorancia que dejamos morir de inanición al no tender puentes entre ellas y nosotros que las alimenten y les den un sentido. Datos cuantificables, memorizables, absolutos. Datos que son siempre fiables y tienen un resultado previsible al ser reproducidos con fidelidad en un examen. En teoría, la utilidad en la escuela es aprender. En la práctica, es aprobar exámenes. Uno tras otro. Nos convierten en máquinas de aprobar exámenes. Y si aprendemos algo en el proceso, tanto mejor. 

Parece que en el mundo editorial buscar un beneficio es lo único que importa. Cada vez menos gente entiende que algunos libreros nos neguemos a vender ciertos libros. Libros insultantes, libros moralizantes, libros cuyas portadas te arañan las córneas, te revuelven las tripas, te inyectan en la yugular el veneno de la desesperanza, libros-salchichones llenos de gusanos que son un peligro de muerte para cualquier sensibilidad lectora y que dentro de unas semanas afortunadamente irán a parar al vertedero infinito de las vergüenzas editoriales. Libros que los supermercados apilan junto al panettone y que algunos libreros queremos tener lo más lejos posible por una simple cuestión de dignidad profesional. 

Y aun así, libros útiles. Las editoriales que se rebajan a publicar ciertas basuras esgrimen los números para justificarse, incluso para alardear de que de esta manera pueden mantener la literatura de verdad. Yo no quiero mantener la literatura de verdad. En el momento en que la supervivencia de Stefan Zweig o de Dostoievski en mi librería dependa de cuántos ejemplares del éxito salchichonero del momento pueda vender, daré felizmente por terminada mi tarea y me dedicaré a regar mis plantas y tocar el piano en las tardes de lluvia. Estoy cansado de escuchar siempre la pregunta sobre la rentabilidad de lo que vendo: "Dios mío, tres estanterías de poesía, once de ensayo, nueve de clásicos ¿por qué dedicar un espacio y una cantidad considerable de dinero a libros que no se venden lo suficiente para ser rentables?" Hay libros que son intemporales, que esconden secretos de belleza, de sabiduría, de creatividad, de inquietud, de muerte, de vida, de esperanza, de lucha, de felicidad, y por ello, porque son totalmente inútiles y su vida no mengua con los años ni con los siglos, están llenos de futuro. 

Esta pregunta es extrapolable a un Estado cualquiera: ¿por qué dedicar un espacio y una cantidad considerable de dinero a instituciones que no venden lo suficiente para ser rentables? Supongo que porque la educación, la cultura, el arte y la investigación científica son nuestro futuro, porque sin ellas nos quedamos sin curiosidad, sin criterio, sin inspiración, y nos convertimos en una masa uniforme de seres manipulables y anodinos, esclavos de la inhumana utilidad de las cosas que creemos necesitar para vivir.

Nuccio Urdine

Hay muchas formas de entender y explicar la utilidad de lo inútil. El libro de Nuccio Ordine reúne las posiciones de decenas de autores ilustres (poetas, artistas, filósofos, científicos) que a lo largo de la Historia han defendido el valor de lo inútil frente a la dictadura del utilitarismo. Aparece en un momento en que la economía salvaje nos quiere convertir en carne de cañón de su codicia y se presenta a sí mismo como un manifiesto. Persuasivo y beligerante. Entre todos los textos sugerentes de Kant, Leopardi, Einstein, Montaigne o Cicerón, me quedo con una intervención de Víctor Hugo en la Asamblea francesa el 10 de noviembre de 1848: 

Víctor Hugo
"Afirmo, señores, que las reducciones propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás puntos de vista. Esto es de una evidencia tal que apenas me atrevo a someter a la asamblea el resultado del cálculo proporcional que he realizado [...] ¿Qué pensarían, señores, de un particular que, disfrutando de unos ingresos anuales de 1500 francos, dedicara a su desarrollo intelectual una suma muy modesta: 5 francos, y, un día de reforma, quisiera ahorrar a costa de su inteligencia seis céntimos?" 

Hay muchas formas, también, de cultivar la utilidad de lo inútil. Escribir libros es una. Hacer música es otra. Los escritores y los músicos no solemos vivir de lo que hacemos. Pero no nos importa. Lo llevamos bien. Y a la pura felicidad gratuita de hacerlo, se añade la característica que considero más importante: la libertad de crear lo que nos plazca de la manera que nos plazca. La creación siempre quedará, en medio de cualquier alienación utilitarista, como un reducto de libertad incuestionable. Cuando, dentro de muchos años, en alguna vejez predispuesta a la filosofía, alguien me pregunte por el sentido y la utilidad que he encontrado yo en esta vida, probablemente le responderé que el sentido es un misterio insondable pero no hay mayor utilidad que la magia de poder crear, del suave rumor de una tarde de lluvia, un verso o una melodía que perdure. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

EL GIRO

El subtítulo de este libro dice: "De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno". Cómo mínimo, es intrigante. Y extremadamente ambicioso, también. Crear el mundo moderno. La expectación es máxima.

El manuscrito olvidado es De rerum natura, una gigantesca obra filosófica en verso escrita por el poeta Lucrecio hacia el año 60 a. C. y que se creía perdida, hasta que en 1417 un humanista italiano encontró una copia en un monasterio alemán. Es de suponer que el monje que la copió, allá por el siglo X, no tenía ni idea de lo que estaba copiando. Y esa ignorancia y ausencia de curiosidad, impuesta bajo amenazas por todas las órdenes religiosas medievales, fue en realidad una suerte que permitió que esta obra, y tantas otras, nos llegara sin alteraciones. Este humanista italiano, Poggio Bracciolini, que llegaría a ser secretario de varios Papas, sentía una verdadera pasión por la cultura clásica. Durante años estuvo recorriendo el norte de Italia, Suiza y el sur de Alemania en busca de manuscritos perdidos en las bibliotecas de los monasterios. Para él, recuperar las huellas perdidas del mundo antiguo era la finalidad más elevada de su vida. Aunque, probablemente, no era muy consciente de lo que estaba desencadenando al rescatar el libro de Lucrecio.

No se sabe casi nada de Lucrecio. Vivió en la primera mitad del siglo I a. C. y su poema De rerum natura fue elogiado y editado por Cicerón. Heredero de Epicuro, defiende una filosofía de la búsqueda responsable del placer, una visión jovial de la vida que niega la inmortalidad del alma, cualquier tipo de providencia que prometa una vida mejor después de la muerte, y cuyo propósito principal es un intento de liberar a los hombres del miedo a los dioses y a la muerte. Creer solamente en lo que percibimos a través de los sentidos, evitar el dolor y abrazar el placer.

Ideas ciertamente peligrosas en 1417. El cristianismo es la filosofía del dolor, del pecado original de Adán por el que todos los hombres merecemos ser castigados, es la filosofía del destino, de lo sobrenatural, de la ignorancia como humildad, de las llamas del infierno, del pecado como jaula, del embrutecimiento como humillación. Y ya desde el siglo IV, cuando se convirtió en religión oficial del Imperio Romano, el cristianismo dirigió la furia de su dios colérico hacia todas las concepciones del mundo heredadas de la cultura griega. Y en especial, hacia la filosofía epicúrea y todos sus exponentes, difundiendo una campaña de difamación en la que tanto Epicuro como Lucrecio se convirtieron en seres desequilibrados, excéntricos, lujuriosos, desenfrenados y suicidas. En apenas un siglo desaparecieron las bibliotecas, se dejaron de copiar libros, se sofocó, desterró o asesinó cualquier desafío a la ignorancia (la muerte de Hipatia en 416 es un buen ejemplo) y se podría decir que el integrismo cristiano fue más letal para la cultura clásica que las invasiones germánicas. Sin embargo, en las oscuras bibliotecas de los monasterios, se siguieron guardando y reproduciendo durante siglos copias de obras latinas y griegas, y de una forma milagrosa, parte de toda esa cultura consiguió sobrevivir a un periodo de hibernación de más de mil años hasta que unos hombres ávidos de conocimiento como Poggio Bracciolini empezaron a despertarla de su letargo y darle una nueva vida.

Lucrecio
A pesar del tiempo transcurrido, la obra de Lucrecio seguía siendo inaceptable para la moralidad cristiana del Renacimiento (de hecho siguió escandalizando y considerándose peligrosa hasta las filosofías ateas de los enciclopedistas franceses del siglo XVIII). Pero se aceptaba por su indudable cualidad artística. No era sólo filosofía, era una de las mejores y más extensas obras poéticas rescatadas del mundo clásico. Con la llegada de la imprenta, empezó a divulgarse de una forma más extensa y el autor de este libro dedica los dos últimos capítulos a la influencia que tuvo De rerum natura en diversos autores del Renacimiento. Por ejemplo, en la Utopía de Tomás Moro, donde se convierte la búsqueda de la felicidad en un objetivo colectivo (aunque aceptar la mortalidad del alma siga siendo penado con la muerte), en la concepción de un mundo infinito con múltiples sistemas solares de Giordano Bruno, en los Ensayos de Montaigne, donde se encuentran más de cien citas casi directas de Lucrecio o en la ausencia de vida más allá de la muerte en Romeo y Julieta de Shakespeare. 

El giro me parece un libro sorprendente y original. Es una crítica feroz del cristianismo como doctrina represora y destructiva a lo largo de los siglos y es un elogio de la curiosidad y el afán de conocimiento que impulsó a hombres como Poggio a salvar toda una cultura del olvido. De rerum natura podría haber seguido durmiendo varios siglos más pero gracias a él tuvo la oportunidad de influir decisivamente en la formación del pensamiento moderno. Si, como defiende Lucrecio, el fin supremo de la vida es el placer, dediquémonos a ello en cuerpo y alma, por ejemplo, leyendo libros como éste. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

LOS SURCOS DEL AZAR

El nuevo libro de Paco Roca empieza el 28 de marzo de 1939 en el puerto de Alicante. Decenas de miles de personas esperan desesperadas la llegada de un barco para escapar de las tropas fascistas, que acaban de ganar la guerra. Apenas dos mil conseguirán embarcar, dejando atrás una multitud que pronto será víctima de la más salvaje represión franquista. Entre los que embarcan se encuentra el miliciano republicano protagonista de esta historia, Miguel Ruiz, que vivirá un periplo enloquecedor desde los campos de internamiento franceses del norte de África, las brutales "cárceles de arena", hasta la liberación de París junto al ejército aliado en agosto de 1944 con la famosa compañía "La Nueve", compuesta en su mayor parte por soldados republicanos huidos de España tras la Guerra Civil. Siempre con la mente puesta en España, tras seis años de guerra en dos continentes, la decepción será demasiado fuerte cuando los ejércitos aliados renuncien a devolver a los españoles un gobierno democrático y expulsar a Franco, el amigo de Hitler, el protector de nazis huidos. Demasiado débil, un don nadie, un dictadorcillo fantoche que no merece ningún esfuerzo bélico. Al fin y al cabo, Franco es un problema que tienen que resolver los españoles, diría la ONU, condenando a casi treinta millones de personas a 35 años de dictadura.


Los surcos del azar es una maravilla. Y además, una maravilla necesaria. Me parece muy triste que lo sea, que prolifere tanta historiografía neofranquista tantos años después. O que triunfe un libro de cotilleos sexuales como Franco confidencial, de Pilar Eyre. Parece que es divertido leer sobre sus miserias íntimas pero aburren sus crímenes masivos. Paco Roca dice que escribe con el objetivo de llegar a todos los públicos, a la gente que no suele leer cómics. Creo que este libro debería llegar a todos los que se encogen de hombros cuando oyen hablar de memoria histórica y dicen, para justificar su apatía, que de todas formas todos eran iguales y asesinaron igual y era una guerra y qué se le va a hacer. A todos ellos, a los que visten su violencia de una ideología sanguinaria, a los que están más cómodos en un estado policial y aborrecen las pancartas, la miseria y los debates, a todos ellos les pido que lean este libro. Y aunque tenga 300 páginas, no se sofoquen, es un cómic, seguro que todavía pueden.



lunes, 2 de diciembre de 2013

OPERACIÓN DULCE

Qué gozada enlazar varios libros buenos seguidos. Es una sensación de fluidez maravillosa, como acelerar por una avenida desierta de madrugada con todos los semáforos verdes, o descubrir un grupo de música y que te encanten todas y cada una de las canciones. No es habitual, es un pequeño privilegio de la casualidad.
Operación dulce es de los libros más ligeros de Ian McEwan. No tiene la pasión trágica y abrumadora de Expiación ni el deseo siempre reprimido de Chesil Beach. En cambio, es un libro jovial y divertido, con una suave ironía que te sorprende pasando páginas y páginas con una media sonrisita en los labios y la sensación de estar a gusto, de que el señor McEwan te ha prometido hacértelo pasar estupendamente y posee todos los recursos para cumplirlo con creces.

Corre el año 1972 y Serena Frome es una chica guapa de veinte años con muchas ganas de que la quieran. Entres otros pretendientes, se encuentra con la oferta de una misión secreta para el Servicio de Seguridad británico (el MI5) y no duda en aceptarla. Así pues, novela de espías. En la Inglaterra de los años 70 se seguía espiando a los soviéticos (aunque la amenaza nuclear ya se estaba disipando) y empezaban a preocupar seriamente los atentados del IRA provisional. Pero la preciosa Serena no va a convertirse en una agente doble en Moscú ni va a infiltrarse en una célula terrorista de Belfast. Su cometido es mucho más modesto, más insignificante y acorde con lo que se esperaba de las mujeres (y más si eran muy guapas y muy jóvenes) en el MI5 en aquella época: su misión es subvencionar a un escritor emergente cuya literatura tienda a denunciar la represión comunista a través de una agencia tapadera para que el escritor en cuestión no se entere. Reclutamiento encubierto para las filas de la Guerra Fría cultural. Eligen para ella a un profesor de universidad llamado Tom Haley y Serena descubre que se le da muy bien su trabajo. Quizá demasiado bien.

Como decía, una novela de espías en la que no sabes quién espía a quién ni para qué, una novela sobre el arte de escribir novelas y la convicción de poseer una historia que tiene que ser contada, y sobre todo, una historia de seducción sexual encantadoramente explícita y bien contada. Creo que la tensión sexual es un tema recurrente en los libros de McEwan. Aunque en este libro no lo utiliza como elemento perturbador ni doloroso, sino como la celebración de la unión de dos personas, un imán a cuya atracción no pueden resistirse. El sexo como exaltación de una pasión imprudente.

De Operación dulce me gustan la magia de su fluidez (avenidas desiertas con los semáforos en verde), la precisión y la belleza de su lenguaje, el encanto de la historia y de sus personajes, pero lo que es verdaderamente asombroso es el último capítulo. Quizá no debería decirlo, no sea que algún ansioso empiece por ahí y destroce el misterio. Pero no puedo evitarlo, es de los mejores finales de libro que he leído en muchísimo tiempo. Convierte un libro jovial y entretenido en una novela perfecta.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Cita del día: POESÍA ÚLTIMA DE AMOR Y ENFERMEDAD (LOIS PEREIRO)

Casi nadie lee poesía. Es un hecho. Igual que casi nadie lee música.
Lenguajes encriptados, de dimensiones ajenas. Inaccesibles y poco prácticos, por lo tanto prescindibles.
Pero mientras que a los que leen música se les admira por artistas, a los que leen poesía se les aísla por raritos.
Me pregunto qué pensará la gente común de los que hacen las dos cosas.
O peor, de los que no podrían vivir sin hacer las dos cosas.


"Hermosa como la muerte que se invoca
ejerces la belleza internamente
emocionando a las sombras más letales e irreductibles

descubriendo la presencia
de vestigios de vida

en las más opacas ruinas
solo con una mirada abortas la ofensiva
del dolor que se avecina."

Lois Pereiro
Julio, 1995

martes, 26 de noviembre de 2013

EL TIPO MÁS RARO DEL MUNDO

Con 82 años, Sheldon Horowitz es judío, norteamericano, ex-combatiente en Corea, viudo y abuelo, en ese orden. Vive con su nieta y el marido noruego de esta en Oslo, y cuando sale a pasear mira a izquierda y derecha buscando norcoreanos ocultos tras los árboles, venidos del malvado comunismo para ajustar cuentas con él. Habla en su cabeza con amigos muertos sobre el mejor modo de esconderse o de despistarlos. Carga con un peso histórico a sus espaldas de un modo tan íntimo que parece que ha vivido todas las guerras y genocidios del siglo XX. Cada campo de concentración, cada judío escondido, atemorizado, humillado, desterrado, herido o asesinado le duele de una forma personal. Enarbola su apellido como un emblema, aunque en Noruega apenas haya judíos. Piensa que es un país sin historia. Un país sin memoria, también. Un país de gente benévola y tranquila donde la palabra judío lleva a pensar en un pijama de rayas encima de un esqueleto, en lejanas locuras nazis. En algo aprendido en un libro. Un país donde los judíos no son ese pueblo que ha visto "el ascenso y caída de las tribus y los imperios occidentales (de los babilonios a los galos, de los musulmanes a los Habsburgo o los otomanos)", que ha sido testigo directo y sufriente de la historia y del que "los demás esperamos un veredicto que incluso ahora, todavía ha de llegar."

Pero el libro no va de judíos sino de un judío muy mayor, Sheldon, que presencia un asesinato de una mujer serbia en el salón de su casa de Oslo. Tiene 82 años, así que no puede impedirlo. Pero sí puede coger al hijo de seis años de la víctima y protegerlo de su supuesto padre asesino, huyendo por un país que desconoce. Y así se ve envuelto en un turbio ajuste de cuentas entre serbios y kosovares emigrados, con todas las heridas abiertas tras la independencia de Kosovo en 2008, huye un poco a ciegas con un niño de seis años que no habla ningún idioma que él conozca y despliega un sentido del humor y una inteligencia estrafalaria que los llevan en volandas, por las más disparatadas aventuras, hasta un final de taquicardia.
 
El tipo más raro del mundo es un libro un poco loco y muy divertido, es una novela policiaca con su muerto y su inspectora de policía, y trata muchos temas políticos, sociales y filosóficos que uno no esperaría de un libro con esta portada (y además editado por Espasa). Como muestra del humor tan particular del abuelo Sheldon, una pequeña reflexión sobre la cordura y demencia:
 
"¿Cordura? ¿Quieres saber lo que es la cordura? La cordura es la espesa sopa en la que nos sumergimos para no recordar que vamos a palmarla. Cada vez que emites una opinión, manifiestas una preferencia o pides mostaza marrón en vez de amarilla no estás haciendo otra cosa que evitar pensar en ello. Y a esta capacidad de distraernos a nosotros mismos la llaman cordura. De modo que, cuando llegas al final y te olvidas de si prefieres la mostaza marrón o la amarilla, dicen que te estás volviendo loco. Pero no es así. Lo que sucede realmente es lo siguiente. En esos pequeños momentos seniles de claridad, cuando tu cabeza va de la mostaza marrón a la amarilla como una pelota de tenis a cámara rápida y de repente se detiene, te encuentras en un estado de completa lucidez. Y entonces sucede. Miras desde el otro lado de la red a toda la gente que intenta decidirse entre la mostaza marrón y la amarilla y... ¡ahí está! ¡Sentada en la grada central! ¡La muerte! ¡Ha estado ahí todo el rato! Mostaza a la izquierda y a la derecha, distracciones por todas partes, y la muerte enfrente."

sábado, 23 de noviembre de 2013

SEDA (ILUSTRADO POR REBECCA DAUTREMER)


Seda es un libro mítico, de esos que uno guarda en su memoria en el mismo cajón que la primera carta de amor, la primera borrachera o las primeras promesas incumplidas en aras de la felicidad.


Tiene algo enigmático asociado a la juventud, a los sentimientos indefinidos, a esa etapa confusa de nuestra vida (a veces puede ser una etapa muy muy larga) en que no sabemos nombrar aquello que nos gobierna.


Tiene la atracción de las cosas prohibidas, el riesgo de tensar una emoción hasta el límite, hasta el instante previo a que se haga pedazos. Y luego, cada pedazo se queda en la memoria reflejando la belleza de una historia que ya no se puede recomponer.



Seda ilustrado por Rebecca Dautremer es otra forma de disfrutar un libro maravilloso, es leer de otra forma, con otros ojos y desde mundos distintos una historia conocida y recordada muchas veces.


Seda ilustrado por Rebecca Dautremer es regresar a un lugar ya visitado en soledad, pero esta vez con una compañía irresistible.

jueves, 21 de noviembre de 2013

DÍAS SIN HAMBRE

Laure tiene 19 años, mide un metro setenta y pesa 36 kilos. Hace mucho tiempo que no come nada. Alguna hoja de lechuga, té, bebidas con gas y vinagre para quemarlo todo. Para quemarse por dentro. Es algo fuera de sí misma que no sabe nombrar, algo que la posee. Busca una pureza, una ligereza que le dé poder sobre su cuerpo, busca la embriaguez del ayuno, ese vacío interior que le da alas y la llena de una energía poderosa. Se pasa los días caminando, corriendo, subiendo y bajando las escaleras de los seis pisos de su edificio en una especie de éxtasis. No comer se convierte en algo adictivo, en una droga fácil y barata que la deja felizmente anestesiada, con el aparato digestivo dormido, desconectado de su cuerpo. En su interior conviven el triunfo por tener al fin el poder sobre su necesidad y la decadencia irremisible que observa en su cuerpo día tras día. Dos sentimientos, la fuerza y la debilidad, inextricablemente mezclados.

Días sin hambre relata, en tercera persona y con algunos personajes secundarios inventados, los meses que pasó la propia autora en un hospital para combatir la anorexia. Es un libro clarividente, con un tono poético y desnudo. Varios personajes le preguntan a Laure por qué dejó de comer, con un tono perplejo. El mismo, quizá, con el que me pregunto yo los motivos por los que alguien decide dejar de comer hasta rozar la muerte. Y las respuestas de Delphine de Vigan encierran, para mí, el valor y la fascinación que ejerce este libro. Laure no deja de comer porque quiera ser más delgada, no busca en ningún momento un ideal de belleza estilizado, no hay ni frivolidad ni inquietud estética en su decisión. Laure deja de comer porque ya no puede soportar sentirse vulnerable a su propia necesidad. A la necesidad de comida, de calor, de amor. Se siente indefensa, dolorosamente desnuda. Su necesidad se ha convertido en un deseo voraz e indomable. Es el hambre de vivir lo que le ha hecho enfermar, se sentía "como una boca enorme, ávida, dispuesta a engullirlo todo, quería vivir rápido, fuerte, quería ser amada hasta el delirio, quería llenar ese dolor de la infancia, ese abismo dentro de ella nunca colmado". Su hambre era tal que había que ponerle freno o la llevaría directa a la locura. Y así, el ayuno se convirtió en su contención, en su forma de racionalizar sus deseos, de buscar una invulnerabilidad desde la que controlar sus emociones, su infancia devastada, y plantarle cara a lo que nacía salvaje y avasallador en su interior. El ayuno como fortaleza que, con el paso del tiempo, va cegando las ventanas, tapiando las puertas y recluyéndola en una prisión de la que no puede salir.
Y llega el día en que el frío se apodera de ella. Un frío inimaginable. Frío en las uñas, en el pelo, en las pestañas. "Ese frío que le decía que había llegado hasta el final y era el momento de elegir entre vivir y morir".
Pero la vida no es simplemente volver a comer. Su garganta ya no puede tragar, su estómago ya no sabe digerir y todo su cuerpo se rebela ante la idea de comer envolviéndola en un asco profundo. La vida es un tubo dentro de su nariz que inyecta calorías ya procesadas directamente en el estómago. La vida es una habitación de diez metros cuadrados pintada de amarillo en la planta doce de un hospital de París. La vida es el espanto, y luego la incomprensión, y mucho más tarde, la infinita compasión en la cara de los pocos amigos y familiares que se atreven a visitarla. Pero sobre todo, sobre todo, la vida es el médico que ha conseguido convencerla para que luche contra el dolor de comer, el horrible dolor en todo el cuerpo al volver a coger peso, a soportar el quejido continuo de un mecanismo dormido y herrumbroso al que obligan a ponerse de nuevo en marcha.

Ese médico es la luz del libro, es el deseo de vivir, de mirarse en el espejo y volver a querer parecerse a una mujer. La vida es volverse de nuevo vulnerable a un sentimiento, rendirse a una frágil intimidad, depositar con ese pequeño trozo de confianza que aún le queda su cuerpo quebradizo en las manos de ese médico que es el dueño de su energía, del calor que de nuevo empieza a fluir dolorosamente por sus venas, y que le llena la cabeza de historias tiernas y enigmáticas en sus ratos libres, historias mágicas contadas con voz suave y vacilante ante las que Laure llora, historias como esta:
"Érase una vez una niña que leía todo el día, subida a la rama de un árbol. Un día la llamaron para cenar y no quiso bajar. La noche cayó pero no tenía miedo. A lo lejos se oían los truenos, a lo lejos los relámpagos desgarraban el cielo.
Es la historia de una niña en equilibrio sobre una rama, que ya no come nada más que libros. La niña se queda ahí, día tras día, la llaman, le suplican, llevan escaleras, le prometen cintas y pianos, le prometen la luna.
Es la historia de una niña que mastica papel, páginas y páginas. En poco tiempo todo su cuerpo se vuelve gris, la lluvia deja regueros de tinta sobre su piel. En poco tiempo se encoge, se vuelve pequeñita, fina como un pergamino usado, como una lámina de oro, quizá. Las escaleras se guardan. Sobre su rama, dejan que desaparezca. Lloran en silencio, por dentro, a la niña que fue, en carne y azúcar, lloran a la niña perdida que no termina de fundirse, agarrada a un árbol, quién sabe de dónde saca las fuerzas.
Una noche la tormenta estalla y llena el silencio. Las ramas se doblan bajo la cólera del viento. Una cólera gigantesca, como nunca antes se había visto.
Por la mañana, la niña ya no está. Sobre el árbol ha dejado una nota, garabateada sobre un trozo de papel. Una nota que no se puede leer."
Días sin hambre (2001, en España se ha traducido en septiembre de 2013) es el primer libro de Delphine de Vigan, y por su brevedad y su contenido, casi podría ser un capítulo de su otro libro autobiográfico, Nada se opone a la noche (2009, 2012 en España), una magnífica recreación de los orígenes de la locura que llevó a su madre al suicidio. Ambos libros se complementan, comparten la necesidad de transformar una experiencia extrema en literatura y consiguen su propósito con una fuerza y una delicadeza perturbadoras.

martes, 19 de noviembre de 2013

JAIME SALINAS. EL OFICIO DE EDITOR. UNA CONVERSACIÓN CON JUAN CRUZ

Acaban de publicarse unas interesantes conversaciones entre Juan Cruz y Jaime Salinas, hijo del poeta Pedro Salinas y casi una institución en la edición española de la segunda mitad del siglo XX, fallecido en 2011.


Tiene dos partes diferenciadas. La primera está dedicada a los entresijos en los modos de relacionarse entre editores, autores y agentes literarios, que en los años 50 se desarrollaron en la Barcelona bohemia que albergó intelectuales y poetas como Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Mª Castellet, Juan Benet o Juan García Hortelano, que recibieron con los brazos abiertos a un joven Salinas recién llegado del exilio de Estados Unidos, precedido por el prestigio de su padre y con un talante cosmopolita nada frecuente en la España franquista. Dominaba el inglés por su estancia durante 18 años en América y el francés porque era el idioma de su madre.

La segunda parte, "El otro Salinas", nos acerca a sus opiniones y criterios respecto a la situación política e intelectual de aquella España en una época dividida entre el franquismo y la transición a la democracia, donde tuvo un protagonismo como Director General del Libro y Bibliotecas además de haber dirigido editoriales del prestigio de Alianza, Alfaguara y Aguilar. Su personalidad queda muy bien reflejada en la semblanza que hace Javier Marías en la última parte del libro.

Una buena ocasión para recordar y releer páginas tan importantes como las que escribió su padre Pedro Salinas. Su poesía y también las innumerables cartas que escribió desde el exilio, por su calidad literaria y por el testimonio que nos dejó de su visión poética y también crítica de una época tan convulsa como fue la primera mitad del siglo XX, con nuestra Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.

sábado, 16 de noviembre de 2013

ESQUIRLAS

Hacia la mitad de este libro, el protagonista hace una reflexión sobre el significado de los recuerdos que creo que es el marco donde se mueve el universo del autor: dice que los recuerdos no son cintas de video que almacenamos en la memoria para ir repasándolas a nuestro antojo. No son imágenes fiables. Nunca recordamos la realidad, recordamos la historia que hemos hecho con esa realidad. Recordamos nuestra propia invención de la realidad, es decir, una ficción. El protagonista de esta historia, que es el propio autor, vive inmerso en los recuerdos, en la ficción de sus recuerdos, y por eso esta especie de autobiografía está continuamente bordeando la ambigua frontera entre realidad y ficción, entre lo que le dicen que ocurrió, lo que pudo haber ocurrido, lo que deseó que hubiera ocurrido, lo que sueña todas las noches que ha ocurrido y lo que parece que ocurrió en realidad.

Hay ciertos libros autobiográficos que son más potentes que cualquier historia inventada. Tienen una fuerza oculta, su lectura me produce siempre una conmoción mayor. Recuerdo ahora el libro de Delphine de Vigan Nada se opone a la noche, una investigación implacable de los secretos familiares en busca del origen de la enfermedad que llevó a la madre de la autora a la locura y al suicidio. Esquirlas me ha recordado un poco a esa escritura compulsiva, esa necesidad de buscar respuestas, de hurgar en lo más recóndito de uno mismo obedeciendo a un imperativo biológico. Ambos son libros valientes y líricos, desorientados y dolorosos, escritos con el ansia de lo inevitable.

Ismet Prcic nació en Bosnia en 1977 y los primeros obuses empezaron a caer en su barrio de Tuzla cuando tenía quince años. En apenas unos días, la guerra dividió su país en serbios resentidos y coléricos por un lado y bosnios incrédulos y atemorizados por el otro, y convirtió, con su brutal rutina, las situaciones más demenciales en una frágil normalidad. Toques de queda, bombardeos, asesinatos clandestinos, y además de todo lo obvio, la guerra también era saltarse las clases, esquivar los perros famélicos y amenazantes para pasar toda la mañana sentado en un banco abrazado al menudo cuerpo de Asja, pasear por calles con los escaparates rotos por la metralla y reír ante el teatro absurdo y macabro en que se convierte una ciudad agujereada y sitiada después de muchos meses.

Ismet Prcic
En 1995 la guerra estaba a punto de acabar pero nadie podía preverlo. Citaron a Ismet el 15 de septiembre para empezar su servicio militar, para entrenarlo y rápidamente mandarlo al frente, a una barbarie inimaginable. Y ante la oportunidad de emigrar a California, donde vivía su tío, y poder estudiar en la universidad, no se lo pensó dos veces. El relato de ese periplo es electrizante, digno de la mejor novela de suspense, con su primer amor abandonado, su interrogatorio policial, su fuga, su visado caducado, su ambigua condición de refugiado de guerra, su bella salvadora, su nuevo amor imposible y la adrenalina del primer vuelo transoceánico a la libertad.

La risa es algo continuo en el libro, la risa para ahuyentar la tragedia, la tristeza o la melancolía, esos lugares tibios e intermedios donde languidecen las pasiones comunes. Este libro hierve o se congela, no tiene término medio. En todo momento está presente el horror de la guerra que genera miedo, locura, insomnio y aflicción, combatido con la risa inagotable del autor, una risa contagiosa y estridente, y a menudo terrible. Una risa que lo ilumina todo con su frescura y su oscuridad, que muchas veces no tiene nada de divertida ni de alegre, y que ejerce un magnetismo irresistible.
La historia no es nunca complaciente ni blanda, pero sí profundiza en una fragilidad determinada: la de las cosas que se rompen para no volver a recomponerse nunca, como la convivencia en Bosnia, la cordura de la madre de Ismet, la inocencia del primer amor adolescente, la esperanza de encontrar lejos de su hogar otro hogar más amable, menos vulnerable, menos enloquecedor.

La impresión que me queda al terminar de leer es la de un libro bello y desconcertante, por momentos extraño, descaradamente joven y vital, escrito para atrapar la realidad cambiante de los sueños y poder fijarla en la pared con palabras duras y afiladas como chinchetas. Para dejar de verse desde fuera constantemente, como desde una personalidad desdoblada, y poder reconocerse y volver a meterse en su piel suavemente, sin brutalidades. Para que la vida no se diluya en la locura de los recuerdos. Para que deje, al menos por unos momentos, de coger velocidad en una espeluznante y frenética huida cuesta abajo, precipitándose hacia el vacío del pánico.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA MALA LUZ

He empezado a leer este libro tres veces seguidas, pero no porque no me estuviera enterando, sino porque no podía creer lo bueno que era. Ya desde la primera página: intensidad, emoción, frases como fogonazos que te dejan los ojos muy abiertos de asombro. "Es como si se hubiera ido adensando progresivamente, de un tiempo a aquella parte la nube de hastío que, como de oficio, ya de por sí envolvía las tardes a partir de cierta hora y nos metía en los huesos esa humedad de vida ya vivida, de tristeza enquistada y repetida, como un extraño rocío vespertino, una especie de sudor al revés que atravesara, de fuera adentro, los poros de todos los muros y de todas las cosas habidas y por haber y las dejara empapadas de vacío y de pasado y de un cansancio antiguo que te obligaba a pasear medio encorvado, a leer sin ganas, a siestas eternas con tal de no ver de qué lamentable manera agonizaba el tiempo bajo esa mala luz que se adueñaba igualmente de la calle que del interior de las casas y los bares."
Y he seguido leyendo y leyendo, página tras página con el mismo tono, y de repente me he dado cuenta de que me ahogaba, a la media hora, página 41, me dieron ganas de decir, "vaaaaaaale, vale, vale, para, para, tranquilo, respira, cálmate, cálmate".
Y he parado.
Y lo he retomado un ratito más tarde.
Y he vuelto a parar.
Creo que soy incapaz de leer este libro mucho rato seguido porque me agobia, por momentos su intensidad es verdaderamente excesiva, es una historia desgarradora llena de digresiones, de apuntes paralelos, de auténtica exuberancia y desesperación y lirismo enloquecido, dan ganas de coger unas tijeras e ir recortando párrafos para convertirlos, así como están, en poemas. Y aunque la historia es un thriller con su muerto, su enigma y su asesino, la trama es una línea delgadita en medio de la espesura lírica, y es una pena porque a menudo se pierde de vista.
Aun así, la primera impresión permanece: este libro deslumbra. Deslumbra su oscuridad, el sofoco por el aire irrespirable que produce el ritmo y la intensidad de cada frase. Y además, encuentro en muchos momentos una afinidad turbadora. Me deja la sensibilidad agotada, como maltrecha después de una excursión convertida en una expedición peligrosa y agotadora. Es un viaje hacia la náusea, hacia el asco por las cosas que, según el narrador, es lo contrario del amor, hacia la densidad del miedo, hacia un infierno interior donde el corazón, "en lugar de envejecer a su ritmo normal, pega acelerones hacia la muerte."

Quizá mi estómago no esté hecho para tales atracones de frases interminables y metáforas y turbulencias, y eche de menos un poco de sosiego y silencio y concisión. Y sin embargo, hay algo instintivo y muy poderoso en este libro que va a seguir rondando por mi cabeza durante mucho tiempo. Como dice el protagonista a propósito de los libros de Celan, "consiguió meterme dentro el veneno de esa delicadeza. Hay obras que nos poseen como un virus, durante un tiempo los tenemos dentro como quien ha contraído una enfermedad y luego se van despacio aunque dejando a su paso un poso de lo que fue su mirada sobre el mundo y las cosas, y unos cuantos versos con todo el sabor de lo aparentemente olvidado."

La mala luz posee la delicadeza del mejor veneno. Y las 227 páginas más saturadas de intensidad y amores atroces que he leído nunca.

sábado, 9 de noviembre de 2013

LOS AÑOS DE PEREGRINACIÓN DEL CHICO SIN COLOR

Murakami es de estos escritores que cuando conectan contigo te conquistan para siempre. Y podrán escribir libros mejores y peores, incluso libros verdaderamente malos, da igual: los lees, sus debilidades te enternecen, se lo perdonas todo, hagan lo que hagan, nada más salga a la venta un nuevo libro suyo, irás a la librería a comprarlo y volverás a casa con un tesoro asegurado aleteando bajo el brazo.
Cualquiera pensaría que soy fan de Murakami. Pues no, no lo soy. Al menos hasta ahora.
He leído tres libros suyos: Al sur de la frontera, al oeste del sol me pareció una historia de amor incomprensible, 1Q84 me emocionó, me atrapó por completo, me sedujo, y terminé empachado de tantas lunas, bichitos, resurrecciones y demás tontería surrealista, y por último, su último libro, el que acabo de leer, Los años de peregrinación del chico sin color es, con diferencia, el más redondo, sencillo y creíble, y el que más me ha gustado de los tres. De hecho, creo que a partir de ahora estaré abierto a la posibilidad de unirme al planetario club de fans del señor Murakami.


Tsukuru Tazaki forma parte de un grupo de cinco amigos inseparables. Dos chicas y tres chicos, unidos por casualidad en el instituto, que son conscientes de compartir algo único, una armonía extraña y delicada exenta de perturbaciones. Los apellidos de sus amigos tienen la particularidad de encerrar un color en sus ideogramas, y de hecho suelen llamarse, no por el nombre, sino por su color: Rojo, Azul, Blanca, Negra. El suyo es el único de los cinco que no tiene color. También él es el único que da el paso de mudarse a Tokio para estudiar ingeniería. Parece el más fuerte de los cinco, el más resuelto a lanzarse a vivir. Hasta que un día, con apenas veinte años, sus amigos deciden cortar toda relación con él. Abruptamente. Sin explicaciones. Le borran para siempre de sus vidas. Y el chico independiente y futuro constructor de estaciones de tren se viene abajo. Se convierte en algo vacío, un recipiente sin nada que pueda llenarlo, un chico sin metas ni ilusiones ni ganas de vivir. Su cuerpo se transforma, le cambian las facciones, se queda en los huesos y, más adelante, no recordará por qué siguió con vida, cómo pudo su corazón seguir latiendo y bombeando calor en el cuerpo de ese chico sin color.
Todo el libro gira en torno a este trauma de la juventud, la búsqueda de razones que lo expliquen y las consecuencias que puede tener un rechazo tan inflexible para una persona silenciosa e introspectiva. Un alma sin color, un recipiente que nadie quiere llenar, una soledad en forma de silencio sólido e interminable. Y, como contrapunto, la música de Los años de peregrinaje de Liszt, música que tocaba una de sus amigas al piano, y que se cuela en la historia como metáfora del viaje que recorre el protagonista por el vacío de su vida, y también como recuerdo, como añoranza de una tierra y un pasado perdidos.

Es un libro lleno de imágenes poéticas que describen una vida aislada de la sociedad, una vida que se expresa en pequeñas excentricidades como sentarse a contemplar durante horas la llegada y salida de los trenes en una estación, con el trasiego hipnótico de los viajeros, las despedidas, las maletas, las prisas, y por encima de todo, con reconfortante exactitud, la precisión de los horarios y los movimientos inalterables de los vagones que entran y salen, que permiten desplazarse a millones de personas cada día. Excentricidades que en realidad quizá no sean más que la genuina expresión de un anhelo insatisfecho, de una corriente abrasadora de sentimiento que permanece siempre soterrada, de una cultura donde el silencio y la contención predominan en la relación entre las personas, donde el simple abrazo de dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo contiene una cantidad de significado abrumadora.
Es un libro que trata sobre la capacidad de la armonía para unir y desunir a las personas, sobre la felicidad truncada y las heridas como lugares de encuentro. Hacia el final del libro, escuchando a Liszt, el protagonista tiene esta pequeña revelación:
"Los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía. Se unen, más bien, herida con herida. Dolor con dolor. Fragilidad con fragilidad. No existe silencio sin un grito desgarrador, no existe perdón sin que se derrame sangre, no existe aceptación sin pasar por un intenso sentimiento de pérdida. Esos son los cimientos de la verdadera armonía."


jueves, 7 de noviembre de 2013

CARTAS AL SILENCIO (2ª EDICIÓN)

Acabamos de recibir la segunda edición de Cartas al silencio, mi pequeño libro de poesía, y, además de la evidente felicidad (perpleja felicidad) por haber agotado la primera edición en apenas dos meses, me hace mucha ilusión haber podido incluir en ésta un CD de improvisaciones al piano grabadas en mi piso en mis ratitos libres. Va dentro del libro por el mismo precio, y para aquellos que hayáis comprado la primera edición, os daremos un CD suelto de regalo. Así veo juntas, en un mismo espacio, mis dos humildes vocaciones artísticas. Y aprovecho para daros las gracias a todos los que leéis esto, a los que habéis leído el libro o tenéis ganas de leerlo (y también, por qué no, a los que no lo leeréis) por el apoyo invisible y visible, por la curiosidad, por compartir ese humilde amor por las palabras que se convierten en heridas que se convierten en recuerdos que se convierten en promesas que se convierten en razones para vivir.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

LO QUE MUEVE EL MUNDO

Kirmen Uribe, Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Crítica, ha recreado a partir de la experiencia de los niños que en 1939 fueron exiliados de Bilbao a Gante, en Bélgica, una historia que afectó a millones de personas desplazadas por las guerras y que todavía hoy es una de las peores lacras de la Humanidad.
El protagonista es Robert Mussche, un escritor que se hizo cargo de Karmentxu, una niña de 8 años a la que durante muchos años añoró porque el fascismo en España se apresuró a reclamar como a la mayoría de los niños que habían salido en grandes barcos, rumbo a lugares de acogida donde fueron recibidos con amor y en condiciones infinitamente mejores que las que habían dejado en su país.
Robert Mussche tomará parte en la Resistencia de la Guerra Civil española y después en la Segunda Guerra Mundial contra el nazismo, del que fue víctima. Esa última parte del relato sobrecoge por su dramatismo, por la ternura que desprenden las cartas de su mujer en forma de diario y por la descripción de un hecho histórico tan grave como fue el ataque de los aliados al buque Cap Arcona en el puerto de Lübeck donde los nazis habían hacinado a 5.200 prisioneros en condiciones infrahumanas. El ataque se produjo pensando que eran los alemanes que intentaban huir a Noruega pero la realidad es que eran prisioneros de los campos de concentración que habían sobrevivido y murieron por las bombas aliadas, a punto de terminar la guerra.

lunes, 4 de noviembre de 2013

JOYLAND

Después de leer 22/11/63, me quedé con ganas de más, de mucho más Stephen King. Me gustó tantísimo y fue un flechazo tan inesperado que me daba casi un poquito de miedo meterme con otro libro suyo. No quería decepcionarme. Y no quería terror. Y entonces, allá por junio de este año, salió Joyland. Un libro pequeño, de páginas (apenas 300), de formato (21x14, un casi-bolsillo) y de precio (11,95€). Un misterio en un parque de atracciones en los años setenta. Un chico de 21 años con el corazón roto que trabaja en el parque un verano para pagarse la matrícula de la universidad. Un niño sentado en un porche con una enfermedad irreversible. Y un peligro innombrable que se va cerniendo sobre todos ellos poco a poco.

Y me ha entusiasmado. Obviamente, este libro no pretende estar a la altura de 22/11/63, ni por la forma ni por la elaboración ni por la pasión con la que el autor aborda el tema. Frente a los fuegos artificiales (y apocalípticos) de 22/11/63, Joyland es un libro más doméstico. Más humilde. Y también, quizá, más inmediatamente conmovedor. Hay escenas preciosas, como la sensación que experimenta Mike, el niño enfermo, sentado en su porche, cuando su cometa empieza a tirar de sus manos y él va poco a poco soltando el hilo, liberando las ganas de volar de su cometa a la vez que sus propias ganas de ser libre, de volar, de librarse del peso extremo de la gravedad que le aplasta contra el suelo de su enfermedad. O cuando el beso de despedida de Erin, la mejor amiga de Devin, el protagonista, se desvía de las mejillas ofrecidas y se convierte en un instante de feliz perplejidad, un bonito final que, meses antes, y en otras circunstancias, habría sido el preludio de la mejor historia de amor.

Y luego, por supuesto, llega el misterio. Porque tenemos el fantasma de una chica asesinada, un asesino suelto que siempre esconde la cara para las cámaras, un viaje en la gran noria que se convierte en una pesadilla, una Casa del Terror con memoria propia, y todo ello en Joyland, el mundo de la diversión, donde toda la felicidad es posible.

Me quedo con lo mejor de Stephen King: su maravillosa fluidez al contarme una historia, la bendita capacidad de seducirme, impactarme, emocionarme, intrigarme y entretenerme de la manera más transparente y ligera.



sábado, 2 de noviembre de 2013

Cita del día: LA VIDA DE LAS MUJERES (ALICE MUNRO)

Un ataque al corazón. Sonaba como una explosión, como fuegos artificiales estallando y lanzando varas de luz en todas direcciones, disparando una pequeña bola de luz - el corazón de tío Craig, o su alma - al aire, donde caía y se apagaba. ¿Se levantó de un salto, arrojó los brazos al aire, gritó? ¿Cuánto duró? ¿Cerró los ojos, sabía lo que estaba ocurriendo? La habitual actitud positiva de mi madre pareció tambalearse; mi frío apetito de detalles la irritó. La seguí por la casa con el ceño fruncido, repitiendo incansablemente mis preguntas. Quería saber. No había protección como no fuera en el saber. Quería ver la muerte sujeta y aislada detrás de una pared de hechos y circunstancias particulares, y no flotando libremente alrededor, ignorada pero poderosa, lista para colarse en cualquier parte.

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA ESPADA Y LA CIMITARRA


Simon Scarrow es conocido principalmente por sus novelas de romanos. Lleva ya una docena escritas y, a una por año, parece que puede seguir con ellas indefinidamente. Las protagonizan Cato y Macro, dos legionarios romanos que, como Astérix y Obélix, se ven envueltos invariablemente en las peripecias más arriesgadas. Son divertidas, ágiles, tienen mucha acción y testosterona guerrera para aburrir. Y, al igual que las aventuras de los dos irreductibles galos, me las he leído todas con verdadera fruición. Mejor no me meto a opinar sobre ellas, soy demasiado fan.
Su nueva novela es bastante distinta. Tiene la intriga, la fluidez y los detalles militares de su serie de romanos, pero deja de lado el humor facilón y socarrón de los legionarios para subrayar la seriedad de los hechos históricos a través de su protagonista, un antiguo caballero de la Orden de San Juan que vuelve a Malta tras la llamada de auxilio de su Maestre ante el inminente ataque de la flota turca. Más seria, más trabajada y más ambiciosa que lo que conocía antes de Scarrow. Y además, una forma ligera de aprender qué pasó en Malta en 1565 (antes de recibir el libro no tenía ni idea) y cómo el desenlace del cerco desequilibró la balanza de poder en el Mediterráneo.
Por momentos, me parecía ver a un Russell Crowe cualquiera vestido de caballero hospitalario con su cruz en el pecho dirigiendo una carga en las murallas derruidas y luego atormentado por las dudas sobre su honor y su amada perdida y recuperada. Si de este libro no hacen una película tipo Gladiator o Robin Hood es que no ha caído en las manos del productor-director-guionista adecuado.

lunes, 28 de octubre de 2013

EN PROPIA VOZ

Este libro es mucho más que unas memorias. Barbara Hendricks nos regala con él muchas cosas: su música en un CD con piezas tan bellas como el Ave María de Schubert, El cant dels ucells, el espiritual negro Go Tell It on the Mountain y otras de Schumann, Beethoven, Granados, Haendel o Billie Holiday...
Nació en 1948, el mismo año en que se firmó la Declaración Universal de Derechos Humanos, y siempre se ha identificado y comprometido a lo largo de toda su vida con la defensa de estos derechos. Desde su Arkansas natal y dentro de una familia humilde, con la referencia de una madre fuerte y un padre pastor de la Iglesia episcopal metodista, luchó siempre por unos ideales humanistas. Ha sido referente en ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), con quien ha colaborado de forma muy intensa durante 25 años y ahora ha creado la "Fundación Barbara Hendricks para la Paz y la Reconciliación". Su nombre figura en colegios, salas de conciertos y paseos, además de haber recibido premios tan importantes como el Príncipe de Asturias en el año 2000, el de Caballero de la Legión de Honor de Francia e innumerables honoris causa universitarios.
Nos cuenta pormenorizadamente su camino desde los inicios en aquella América profunda, donde hasta 1954 no se declaró ilegal la segregación racial en las escuelas, y hasta 1956 no se permitió a los negros compartir autobuses con los blancos, después del famoso episodio de Rosa Parks, negándose a ceder su asiento a un blanco hasta la época actual, con Barack Obama en la presidencia.

Tuvo la gran suerte de encontrar en la Escuela Juilliard de New York a Jennie Tourel, su gran maestra que durante cuatro años decisivos guió su carrera y determinó que esta fuera el gran éxito que ha sido. Para cuando inició sus estudios de canto en la Juilliard ya tenía la licenciatura en Química y Matemáticas por la Universidad de Nebraska. Ha actuado en las salas más importantes del mundo, acompañada por los mejores directores como Von Karajan, Maazel, Barenboim, Metha, y ha creado su propio sello discográfico: Arte Verum. Nos cuenta los entresijos de las compañías discográficas pero también los episodios políticos tan importantes que ha vivido en primera persona visitando zonas en conflicto como Sarajevo, Sudáfrica, Ruanda, Somalia, Eritrea, Burkina Faso, Birmania y Timor, entre otras muchas, donde siempre ha estado como activista humanitaria.

Un libro de referencia para tenerlo como consulta, de gran interés musical, político y humanitario.